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Paz y Alegría

 

 

Me olvidé al salir de un restaurante

en un viaje breve

una máquina fotográfica

llena de bellos paisajes en sus entrañas.

 

Ya estaba con el coche en marcha,

y un camarero vino presuroso

para dármela con una sonrisa.

 

Se lo agradecí profundamente.

No tanto por el negruzco aparato

sino por el tesoro de recuerdos dentro.

 

… Y yo ya me iba, acaso para siempre,

turista aprisionado

seguro que, pronto, no podía volver.

 

El camarero ciertamente

quedaría por siempre impune

y hasta con derechos legítimos

de encontrar lo olvidado.

 

Y no, vino corriendo, sudoroso,

para alcanzarme.

Sencillamente

ejerció su libertad

¡su buena, dignitosa, bella y libre

libertad!.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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