Gracias, gracias te doy oh, cuerpo mío!

Bien me serviste en toda la jornada

desde que desperté, en la alborada.

Para todo mi hacer, de ti me fío.

 

Gracias te doy, Señor, por este avío

que diste al alma cuando fue creada

¿qué haría yo sin este camarada

navegando en la vida que es un río

 

que me lleva a tu Cielo, mar inmenso?

No soy un ángel, soy tan sólo un hombre

que precisa del cuerpo intensamente

 

cuando camino y hasta cuando pienso.

¿Sin él, cómo diría yo tu Nombre?

¡Oh cuerpo, te he de amar benevolente!

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

Comparte esta publicación

Deja un comentario