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Soneto

 

¿Por qué me vas matando cuerpo mío

tan deprisa, si aún tengo muchas cosas

que hacer en este mundo, muy honrosas

para gloria de Dios y brillo mío.

 

Al decir todo esto me sonrío

pues bien sé eres viejo y no osas

caer en tentaciones milagrosas

de fáustica soberbia y desvarío.

 

No te preocupes. Quédate tranquilo.

Puedes morirte cuando tú quieras

pues ya has cumplido tu misión con creces.

 

Con paz espero apáguese el pábilo

de la vida terrena en sus fronteras.

¡Llega otra vida mientras tú feneces!

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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