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Soneto a Juan Miguel

 

Después de tantos años de esperarla

al fin llegó, a esta alta riba,

el agua clara que veloz se iba

cuando ansioso querías atraparla.

 

Te ha llegado también sin demandarla

una intensa corriente de agua viva

para no navegar a la deriva

en esa nave que has de engalanarla.

 

¡Iza las velas, pues está llegando

el viento del espíritu invisible!

Tu barco, capitán, ya está empujando.

 

No temas, no, la nueva singladura.

Todo el agua del mar será bebible

que el milagro de Dios siempre perdura.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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