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Soneto

 

¡Qué asombro Juan Miguel al encontrarte

cenando en la cocina al yo llegar!

En Emaús me pareció estar

y ver a Cristo tras de Ti al hallarte.

 

Gracias te doy por tanto preocuparte.

¡Qué alegría y que paz al recordar

cómo a México fuiste en un volar!

Y ahora aquí para bien cerciorarte.

 

Pronto es tu Santo pero tú regresas

a Salamanca de las altas torres.

Y yo me voy a célicas dehesas.

 

Por eso ya deseo en este verso

–y lo que vaya en él, tú no lo ahorres–

te sea muy feliz el universo.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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