(1 Re 12, 26 – 32; 13, 33 – 34; Mc 8, 1 – 10) 

No hace mucho, en estos días, salió en los periódicos la noticia de un niño -que veía con frecuencia conducir a su padre el coche, le gustaban mucho las cosas de la mecánica y soñaba con conducir-; un día agarró el coche de su padre, supo ponerlo en marcha, sacarlo y empezar a conducir. Pero claro, por mucha afición que tuviera, le faltaba la experiencia y la sensibilidad y, naturalmente, chocó con otro coche aunque no pasó nada. Pero sus padres se quedaron con una sensación de responsabilidad de no haber cuidado demasiado del niño y éste también de haber hecho algo que no estaba nada bien. Sin embargo, lo que hacía, podríamos decir, era una cosa profética, porque cuando sea mayor podría sacarse el carnet de conducir y, a lo mejor, tenía un buen deseo y se sentía vocacionado a ser un buen conductor. 

Me diréis el por qué cuento esta anécdota. Habéis leído el texto primero en que Jeroboam quiere hacer un santuario distinto al de Jerusalén, y nombra allí también a unos sacerdotes que no eran levíticos como los de Jerusalén, pues decía que no había ya que llevar aquel sacrificio, etc. Claro, eso produjo en aquellos momentos un cisma en el pueblo de Israel. Este rompimiento no dejaba de dar preocupaciones al mismo Jeroboam y al pueblo de Israel que había ido hacia esa nueva manera de adorar a Dios en un templo diferente. Pero también esto era profético, porque llegó Jesús, que no era ese niño imprudente como Jeroboam, sino que estaba en la plenitud de los tiempos. Él era el Mesías y el Verbo encarnado. Jesús también cumple ya todos los preceptos para que no digan que nada queda sin cumplir, pero al mismo tiempo con su Redención lo supera. La ley antigua ya queda antigua y no salva. 

También entonces el cristianismo ha hecho muchos lugares de culto fuera de Jerusalén, empezando por Roma y siguiendo por toda la cristiandad. Naturalmente no con sacrificios de corderos o de bueyes, sino con otro sacrificio que es la Eucaristía, un memorial incruento de aquel sacrificio que sí fue cruento en la cruz. El cristianismo ha nombrado  sacerdotes a todos aquellos que desean de buena voluntad acercarse, serlo, cumplen unas condiciones y se comprometen. Los ordena también sacerdotes, y no somos de la tribu de Levi. 

O sea, que estas profecías que – quién sabe por qué- el Espíritu Santo permitía, eran malas porque estaban fuera de contexto, fuera de tiempo, antes del tiempo; no eran ni oportunas ni justas, ni prudentes, ni fuertes para resistir la tentación. Pero son un espejuelo, como un charco de agua sucia en medio de un camino entre el barro que, a pesar de todo, refleja el cielo.

Pues ciertamente en este pasaje de Jeroboam vemos esto que sí se cumplió luego en el momento oportuno, realmente con toda realidad real de que Él era el Mesías, nuestro Señor. 

La segunda lectura que habéis leído es esta compasión que tiene Jesús hacia todas las personas que quieren abrirse a Él. Él salva, las redime, las trata con misericordia, atiende a los que tienen hambre…Nos dice que hay atender a los que tienen sed, a los que están encarcelados, están enfermas, están desnudos y pasan frío. Hay que atender a todas las necesidades espirituales y temporales de la gente. Y luego, cuando esta gente ya está en posibilidad de tener un mínimo de dignidad humana, de no tener agobio inmediato de vivir, entonces, sí es generosa porque es agradecida y abre su corazón a la luz. Entonces se puede practicar con ellos y proclamarles las bienaventuranzas: bienaventurados vosotros que habéis sufrido, que habéis llorado, que habéis tenido hambre y sed de justicia… porque si tenéis el corazón abierto, ahora se os va a dar mucho más cuando recibáis la Gracia, el Bautismo o la Penitencia para recuperar la inocencia bautismal. ¡Qué hermoso! 

Sí esto es así. Es misericordioso, llamador de las personas que quieren oírle y  es generoso con ellas. 

Estamos recordando aquí a Pepe Barrenechea y a Angelines, (gran pintor de renombre, y su esposa). Ambos venían a estas misas hace algunos años cuando estaban en condiciones de poder hacerlo. Luego, Angelines se puso más enferma pero Pepe siguió viniendo hasta que, podíamos decir, ya no pudo más. ¡Cómo nos acompañaba aquí, cómo leía las lecturas, con qué gozo ayudaba, con qué perseverancia en estas misas! Su recuerdo realmente nos estimula a tener nosotros estas mismas virtudes que ellos demostraron de fidelidad, de confianza, de abandono en Dios, de cristianismo profundo. ¡Qué sean ellos un espejo para nosotros ahora que están en el Cielo, que sean intercesores! 

Yo me acuerdo que cuando -de mi primer viaje a China- le traje lo que es típico de ahí: esas barras de tinta china negra, negrísima, auténtica tinta china. Él se alegró mucho y la utilizó para hacer algún dibujo que incluso me obsequió.

Yo ahora estoy en vísperas muy cercanas de volver a China. Este es un viaje largo, duro, llenos de imprevistos, con mucho de aventura, no son pocas las dificultades de toda índole. Bien, pues yo me complazco en pedir a Angelines y a Pepe que nos ayuden -a los que vamos ahora a China, a mí, a Montserrat y a Lecea- , nos permitan regresar bien y habiendo hecho allí muchas cosas buenas, habiendo sido testigos -en las dos Chinas- del Espíritu Santo. Que sepamos ser antorchas encendidas de buen amor, de caridad, sin hacer nada más que amar a todos los que nos rodean, incluso a los que puedan pretender, querer o ser en realidad enemigos nuestros por la sencilla razón de que somos mensajeros de Cristo. Pues bien, que seamos antorchas encendidas de Espíritu Santo y podamos regresar. 

Esta capilla, como sabéis, y con eso termino, está dedicada a María Inmaculada. Yo en China no descansaba en paz hasta decir: bueno, allí 

-donde hay la Iglesia cristiana clandestina y luego la nacional pero, claro, ésta es especial – tiene que haber algún templo, algún santuario, alguna Iglesia dedicada a María Inmaculada. Yo no descanso hasta que no lo encuentre . No lo encontrábamos por ninguna parte. Por fin, gracias a alguien, nos enteramos y ya me quedé tranquilo. En Pekín hay un santuario que fue muy famoso y ahora está así, dedicado a María Inmaculada, ¡que es Patrona de China! Pues bien, ojalá tenga ocasión ahora en Pekín de descubrir dónde está, de poder ir, que me dejen entrar y rezar dentro. Le pido a Pepe Barrenechea -como intercesor- a los pies de María Inmaculada que podamos ir también a rezar a la Virgen en Pekín. 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

Homilía del sábado, 15 de febrero de 1992 . En la capilla de la Universidad de Barcelona
Del libro «Homilías. Vol. I 1985-1995», publicado por Edimurtra

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