(Le 9, 46 – 50) 

Sobre la ultimidad y la vida contemplativa

Este Evangelio que acabáis de oír está muy bien elegido por la Iglesia. Precisamente tiene esta coincidencia: hoy tenemos como lunes de la vigésimo sexta semana esta fiesta de santa Teresa del Niño Jesús que viene muy oportuna. Porque ella, al igual que santa Teresa de Ávila, realmente es una gran santa, una santaza. Ella escogió un camino que resultaba nuevo en la espiritualidad: subrayar este aspecto que nos había enseñado Cristo, que podríamos decir la virtud de la ultimidad. En ese Evangelio, Cristo pone un niño en medio de ellos diciendo: -hay que ser como este niño. Tenemos que ser así, el último será el más santo. 

Realmente en aquella sociedad los niños eran lo último; los padres podían hacer con ellos lo que quisieran, incluso podían matarlos y nadie podía pedirles cuentas. Eran como esclavos. Esos niños son los que sirven de ejemplo precisamente a como hay que ser: el último de la fila, los últimos. Eso lo repite Jesús cuando esta allí con sus discípulos Pedro, Juan, Santiago, que querían ser los ministros cuando llegara el Reino. Como no se atrevían a decírselo, la madre de Juan y de Santiago se lo dice a Jesús. Él toma también ocasión para dar otra lección de esta virtud de la ultimidad: tenéis que ser los últimos. Seguramente esos tres apóstoles oyeron muy bien esta cuestión y se la harían suya, la meditarían, la harían carne de su alma. Por eso fueron – nos dice también el Evangelio– los más amados, porque supieron hacerse últimos servidores de todos, humildes como este niño del Evangelio de hoy. La virtud de la ultimidad que tantas veces nosotros olvidamos queriendo ser primeros y mandar. ¡Ser últimos! 

Cuando realmente en una comunidad cristiana todos somos últimos, como Cristo nos enseña: -Yo soy el Señor, decís bien; mirad lo que hago: os lavo los pies. Ésta es una labor del esclavo, y si no lo había, del niño, del último de la casa.

Pues Cristo les da ejemplo de ultimidad. El papa, vicario de Cristo -el más superior en la Iglesia-, su título es también siervo de los siervos de Dios. Así es como en la Iglesia tienen que ser todos los que tienen este carisma de conducir, de ser pastores, de organizar, de ser superiores: siervos de los siervos de Cristo. 

Santa Teresa del Niño Jesús descubrió esta devoción especial de Jesús hecho niño. No sólo cuando era niña, sino que después se hace niña, como ella mismo aconseja a la gente -hacerse niños, lavar los pies- como eje de su espiritualidad. Por eso también el pueblo, con una fina intuición, la ha llamado santa Teresita. Cómo ella -siendo una gran santaza- se hace también niña para ser así última. Y buenos ejemplos dio en toda su vida. A los 15 años toma una determinación ayudada de Dios: consagrarse enteramente al Señor. ¡15 años! Ahora quizá nos parece un poco joven para tomar una decisión tan grande. Pero yo -cuando tenía bastantes años menos que ahora- recuerdo haber conocido a abuelas casi contemporáneas de la vida de santa Teresita, de finales de siglo pasado, que se habían casado y a los 16 años ya eran madres. Se casaban muy pronto. Luego si una mujer a esa edad ya podía tomar la determinación de aceptar libremente un estado nuevo en su vida como mujer casada, también podía estar madura para tomar esa otra determinación de una abnegación total para consagrarse a Dios renunciando a todo lo que hubiera podido hacer ella en la vida: casarse o ser estudiante, una intelectual, trabajar en algún aspecto de la cultura…. En aquel tiempo ya no era tan raro porque contemporánea suya fue nada menos que madame Curie, una gran investigadora que mereció el premio Nobel por sus investigaciones sobre el radio y la radioactividad. 

Pues bien, en esa edad ella toma esa gran determinación de dejarlo todo y seguir a Cristo. Lo sigue, además, en la vida contemplativa. Podía haber ingresado en otras muchas ordenes religiosas. No, ella elige la vida contemplativa, la misma que han elegido las monjas jerónimas en cuya capilla estamos en este momento. La gente puede creer que esta vida es para quedarse contemplando a Dios. ¡Claro que hay que hacerlo!, pero se podía decir la frase de san Juan: ¿dices que contemplas a Dios que no ves, y no contemplas al mundo que sí ves?, ¡Hipócrita! La vida contemplativa es que, contemplando a Dios, subiendo hasta Él, hasta Dios Padre, y mirando por sus ojos, contemplando por su mirada la Creación, se tiene una nueva manera más proclive de ver las cosas, de entender a las gentes. Desde los ojos de Dios Padre es hacer la radiografía del mundo, descubrir entonces que puedan decir: -¡Cuánto sabe esta persona y esta monja, cuánto sabe esta institución tan grande -porque lo ve desde los ojos de Dios – para poder descubrir el secreto de las almas, las envidiejas que mueven a la gente, las ambiciones, las mentiras, tantas pasioncillas o grandes pasiones que turban el alma! Lo descubren nada más mirar porque ven con los ojos de Dios. Esta vida contemplativa lleva también a santa Teresa, -precisamente sin moverse de su convento, de su monasterio- a ser faro de luz. Porque acercándose tanto a Dios Padre, haciendo tanta penitencia por sus pecados, queriendo por amor de benevolencia a la gente sin ningún amor de concupiscencia, que eso podíamos decir hasta raspa las consecuencias, el “modus peccati”que nos dicen los teólogos que nos deja el pecado original aún después del Bautismo. Pues bien, ella fue inmaculada por la penitencia como santa Magdalena, que está al lado de María a los pies de Jesús en la cruz. Una Inmaculada por la inocencia, la otra por la penitencia, y raspando incluso estas huellas del pecado. Como dice santa Teresita: -Mi templo es la Iglesia, en el corazón de la Iglesia; es el amor de benevolencia, de amar a Dios porque es digno de ser amado, no tanto porque sea bueno para mí -como dice aquel verso: aunque no hubiera Cielo yo te amará, aunque no hubiera infierno te temiera-, sino porque Él es digno de ser amado. Y las criaturas hechas por Dios son dignas de ser amadas porque existen, porque son criaturas de Dios, aunque no me den nada, aunque no pueda esperar nada de ellas. Es al puro amor al que santa Teresita se consagra. Pues bien, son faros de luz clarísimos, inmaculados que, sin moverse, atraen a la gente. 

Bien sabemos que los monasterios de vida contemplativa están en medio del mundo, pero no son del mundo. Son como oasis en el desierto, faros de luz que llevan a la gente al puerto. Están abiertos a recibirla para escucharles, consolarles, compadecerles, dar un buen consejo. No mandan, no tienen jurisdicción sobre la gente, pero sí aconsejan con mucho respeto a las almas. ¡Cuanta sabiduría tienen!, por esta sabiduría que alcanzan de estar juntos a Dios en soledad y silencio, en sus horas de oración, de alabanza al Señor. ¡Qué sabiduría van a alcanzar! Por eso las monjas contemplativas, a ejemplo de santa Teresa de Lisieux, sin moverse, son grandes misioneras. 

Ayer, en la visita que hice a las madres, comentábamos una frase con respecto a la vida contemplativa, concretamente a la de las jerónimas. Juan Miguel, que me acompaña en estos momentos en la co-celebración, dijo que a las monjas contemplativas se les puede llamar “misioneras del sosiego” para poder encontrar la paz, la alegría de nuestra vida de hijos de Dios en medio de la barahúnda de este mundo que nos roba el tiempo, nos roba las atenciones y nos vacía por dentro. Nos deja sin identidad siendo juguetes de la propaganda y de todos los medios de comunicación que tratan de imbuirnos y de sustituir nuestros criterios, nuestros juicios para, así, arrastrarnos -para sus intereses- a esa barahúnda del mundo. 

Pues bien, que santa Teresita del Niño Jesús en el día de hoy nos dé a todos -muy especialmente a las monjas contemplativas y a nosotros también- el poder gozar de este carisma que nos viene a través de esas comunidades, gozar de ese sosiego del que esas comunidades son un hontanar que nunca se acaba.  

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

Homilía del lunes, 1 de octubre de 1990. En la capilla de las monjas jerónimas. De Trujillo, Cáceres.
Del libro «Homilías. Vol. I 1985-1995», publicado por Edimurtra

Comparte esta publicación

Deja un comentario