¡Dios mío! ¡Oh Dios mío! ¡Ay Dios mío!

Mi vida es un suspiro y una queja

de agrietado (?) dolor que no me deja

hablar contigo. Sólo en Ti confío.

 

Bien sé que la vida es como un río

que de su manantial siempre se aleja

y se convertirá en ruin guedeja

que en el mar se diluye ya sin brío.

 

Más sé también que en este mar conoces

cada gota de agua, con sus roces,

y su nombre conservan para Ti.

 

El Cielo es ese mar de Caridad

con orilla sin fin de eternidad.

Resucitada vida para mí.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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