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Soneto con estrambote
¡Oh, la dorada edad del ser humano
al alcanzar la sobre-madurez!
cuando dos ven que les llegó la vez
de no soñar más hijos, pues es vano.
Se acaricia el sosiego tan cercano
de nueva libertad y lucidez.
Se retorna a gozar de la niñez
llenos ya de saberes en la mano.
Y no atenaza aquel cegato instinto
que ha poco, turbulento aun arrastraba.
¡Un resplandor se otea, bien distinto!
Podemos ser amigos y hasta padres
de otro modo de cómo se ensoñaba.
¡Mejor así en el Cielo nos encuadres
oh, Dios, que eres el Ser y el Creador
y nos haces crear, con sólo amor!
Alfredo Rubio de Castarlenas