(Mt 111, 16 -19)  

 

NO ES CONTRADICTORIO SABER UNA COSA POR LA RAZÓN Y, ADEMÁS, CREERLO POR LA FE.  

Esta parábola es muy bonita. Como veis, Jesús les pone entre la espada y la pared. Les dice: ¿Qué queréis?, criticabais a Juan tan austero y vengo yo, que, como una persona más, como y bebo con los publicamos y con los pecadores – porque no son los sanos los que necesitan médicos, sino los enfermos. A los pecadores son a los que tengo que ir a rescatar- y me llamáis borracho y comilón. ¿Qué queréis entonces?  

 

La parábola queda muy clara. Pero esta frase última: “los hechos dan la razón a la sabiduría de Dios”, querría yo comentarla muy brevemente. 

  

No es contradictorio saber una cosa por la razón y, además, creerla por fe. Esto hace mención un poco a la sabiduría de Dios que aquí se menciona.  

 

Cualquiera de ustedes puede saber – lo sabe- que hay otra persona que es una buena amiga de ustedes. Lo sabe: nos conocemos hace tiempo, estamos muy contentas cuando nos encontramos, charlamos incluso por teléfono contándonos las cosas en momentos de dificultad o en los que yo he pasado apuros, angustias. Ha sido siempre solícita y ha estado siempre a mi lado. Claro que lo sé, es amiga mía, lo sé. Más incluso, no sólo lo sé sino que lo siento. Pues eso no es incompatible con que, además, yo crea en esa amistad por fe. Además de saberlo, tener el don de la fe en esa persona y en esa amistad. 

Vamos a imaginar que dos de ustedes tiene por amiga a esa tercera persona y cada una de esas dos de ustedes dice: esa señora es amiga mía, nos conocemos, etc.  Lo mismo que he dicho antes, pero no sólo de una, sino de las dos. Las dos lo saben. Pero hay una que, además, tiene don de fe en esta amiga. Además de que lo sé, tengo fe. Tengo una fe ilimitada en ella y ,por lo tanto, una esperanza total en ella. Lo sé por fe.  

 

A veces en las amistades, como todo en este mundo, puede haber un momento de enfado. La que sólo es amiga porque lo sabe, en un momento de enfado teme que esa amistad se pueda romper. La otra, a pesar de esto, dirá (porque tiene fe), que eso pasa. Esa amiga, por encima incluso de lo que se disgusten en ese momento, tiene fe.  

 

La amistad que tendrá ésta y la otra con esa tercera, son distintas. Una sabe que es amiga. La otra también lo sabe, pero además tiene fe en esta unidad. ¡Ah!, eso es muy distinto. Porque ese don de la fe – para esa amistad – es algo que ilumina eso que uno ya sabe. Ella ya sabe que es amiga suya. Pero con esa fe, esa amistad queda como esa habitación: ya sabemos que está ahí, pero si se enciende la luz queda más iluminada, más bonita. Esa amistad queda robustecida porque se pasa por encima todo lo que pueda pasar de disgustos o de lo que sea. Se ahonda.  

Como en el fondo todo es misterio -porque uno mismo es misterio para uno y la amistad con otra persona también es misterio-, la fe – que también es misterio-, ilumina lo que hay de misterio en esa amistad humana. De manera que somos amigos no sólo porque lo sabemos sino porque hay una fe mutua. Esa amistad es un don de la fe producto de esa vida cristiana que recibimos en los sacramentos – la gracia y la fe-, entonces, Dios es Uno y Trino. La fe ilumina no sólo estas verdades reveladas, sino que incluso transforma las cosas que sé por la razón. Esa fe transforma, ilumina y profundiza también en el misterio de esto mismo. Una amistad que además está iluminada por la fe, ¡oh!, adquiere una categoría, unas dimensiones, una belleza y una firmeza muy superiores a la amistad que sólo es porque se sabe; porque es mucho, muchísimo. Lo es todo. La fe es un plus, un regalo que se añade sobre ese todo y hace que esa amistad sea entonces plenificante, mucho más gratificante y mucho más fecunda en obras buenas.  

 

Saber las cosas no sólo con la razón sino con la fe es lo que hace que nuestra razón se eleve a sabiduría de Dios. 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

Durante el retiro a unas señoras en la comunidad de religiosas Hijas de María Inmaculada. 

 

Homilía del viernes 13 de diciembre de 1985 Barcelona.
Del libro «Homilías. Vol. I 1985-1995», publicado por Edimurtra

 

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