Vamos a comentar esta parábola que propone Jesús. Un padre, que es Dios Padre -dice- tenía una higuera plantada en una viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Es decir, Dios Padre, en la viña del mundo, nos plantó a nosotros y viene a buscar fruto. Cada uno tiene que analizarse bien. Yo, esta higuera de la parábola, ¿doy fruto, o bien más chupo mucho de la tierra, crezco lozano, muchas ramas, muchas hojas verdes, pero sin fruto? Ese fruto que se ofrece a los demás para que se pueden beneficiar de lo que yo hago, de lo que digo, de mi actitud, de mi caridad, de tantas cosas que yo puedo hacer por los demás con paciencia, con comprensión. ¿Doy frutos que sacien el hambre de los que vienen a buscar? ¿Soy un árbol frondoso y además lleno de frutos con el que está contento Dios Padre? ¿O estoy seco, porque sí, mucha frondosidad, muy grande la higuera, pero todo para mí, sin dar ningún fruto, lleno de egoísmo y pensando sólo en uno, no pensando en hacer felices a los demás? ¿Doy frutos o no?
Nos hemos de analizar en esta Cuaresma. Cuando venga Dios Padre, ¿qué ocurre si no damos fruto? Ya veis lo que dice el dueño de la viña al viñador: he venido aquí tres años y ya no tengo paciencia. Tres años y nada, córtala porque va estar chupando el agua y las sustancias de la tierra. Mejor irán a las viñas y a otros árboles frutales que sí dan frutos; no hace más que estorbar, aprovecharse en balde de todo, ¡córtala!, ¡fuera! Y el viñador, que es Jesús, que vino a este mundo a hacer de buen hortelano, de buen pastor, de buen jardinero, le dirá: ten paciencia, mira, voy a esforzarme en cavar bien la tierra para airearla, para que cuando llueva llegue el agua aquí, al hueco que le voy a hacer alrededor; yo la voy abonar; ¡ten paciencia!, voy a hacer más por esta persona para que sea buena, espera un año, a ver si con este esfuerzo el año que viene encuentra fruto – y no sólo fruto porque pensad que la higuera da dos cosechas al año -, ten un poco más de paciencia.
Eso es lo que Jesús nos está haciendo siempre delante del Padre, siempre está intercediendo por nosotros; ¡ten paciencia un año más!, verás cómo se olvidará de sus egoísmos, de sí mismo, se volverá fruto dulcísimo para las otras personas y para Dios Padre, ¡ten paciencia un año más!
Siempre sabemos que Jesús pide la intercesión un año más, pero ¿vamos a ser nosotros tan duros de tener un año por delante y no querer dar mejores frutos? ¿Tan duros y tan locos? Realmente no sabemos aquí si vamos a vivir un año más, porque eso de la muerte no es cosa de jóvenes y viejos, viene cuándo viene, y puede venir de muchas maneras.
Bien, deseo que estos días tengamos la decisión de decir: Jesús no quiero convertir en baldío tu esfuerzo, tu siembra, tu cuidado de mí, todo lo que Tú me abonas con el Espíritu Santo. Ayúdame a mejorar porque quiero dar fruto, fruto bueno, dos cosechas como la higuera, para Dios Padre y para todos los que me rodean.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía del Domingo 2 de Marzo de 1986 en Barcelona
Del libro «Homilías. Vol. II 1982-1995», publicado por Edimurtra