Acabamos de escuchar esta página del proto – evangelio de San Lucas que es una maravilla en su sencillez: la anunciación a una joven llamada María. Bien sabéis que esta página es la obertura de los evangelios en la cual están todos los temas que luego se desarrollarán a lo largo de la vida de Jesús y de la Iglesia. Esta página ha inspirado a muchos artistas, pintores, escultores, poetas… ¡Es de una plasticidad, de una belleza tan extraordinaria! En su simplicidad absoluta contiene el Misterio: María.
Estamos, bien sabéis también, en el Año Mariano, preludio de las efemérides de dos mil años del nacimiento de Cristo, Año Mariano que recuerda el nacimiento de María. ¡María!
En la sociedad de hoy, ¡cuántas mujeres son feministas! Quieren luchar por la plenitud de los derechos de la mujer, para que se reconozca la total dignidad humana de la mujer. A pesar de tanta lucha en estos últimos cien años, todavía las leyes, incluso en Europa, no son exactamente iguales. Todavía hay algunas rémoras con respecto a la mujer. Esto aquí, pero si nos fijamos en otras civilizaciones del resto del mundo, otras culturas, ¡cuán menospreciada está todavía, en auténtica esclavitud, cuántas! Las feministas se podrían distinguir en dos grupos: unas verdaderamente locas, aberrantes, absurdas, que plantean los problemas con iracundia y también con injusticia. Quieren luchar para cambiar las cosas, pero en el sentido de que no sólo ellas sean consideradas como hombres -lo cuál es absurdo, el hombre es hombre y la mujer es mujer-, sino incluso desbancar entonces a los hombres para empezar una era que fuera al contrario, con un cierto sentido de rencor, resentimiento y venganza. ¡Qué locura! Se comprende que psicológicamente puede haber estas reacciones. Luego, gracias a Dios, hay grupos de feministas llenas de sentido común, podríamos decir, muy sensatas y que quieren nada más que se reconozca lo que es de toda justicia para la mujer, no sólo ya aquí que casi están a punto de alcanzarlo del todo, sino en el mundo entero, donde que hay que liberarlas, ¡pobres mujeres! En Asia, si nacen mujeres pueden ser tiradas a la basura, en otros países son auténticos animales de trabajo de toda índole.
Muchas veces esas insensatas incluso arremeten contra la Iglesia porque les parece que no hace bastante todavía en este campo. A unas y a otras hay que decirles: ¿habéis leído esta página del evangelio? Desde antes de nacer Cristo, ya ha puesto a la mujer en plenitud, en su papel máximo; madre del Verbo encarnado. Ella, como dice la litúrgica de hoy, es la primera y la más bella mansión de Cristo, ya que lo lleva en su seno. María al pie de la cruz, en este papel de la mujer de saber estar al pie de la cruz. Quizás el papel del hombre es subir a la cruz. María al pie de la cruz es
co-redentora, es co-medianera, es co- todo con Cristo. María -la nueva Eva-, hecha madre de los vivientes, que tienen una nueva vida porque quedan redimidos de sus pecados, de una vida lánguida de pecador. Y no sólo eso, sino que tiene la vida sobrenatural: María auténtica y única madre de los vivientes de la vida sobre natural. ¿Puede haber papel más grande, plenitud más lograda, más alcanzada que la de María? María mujer, como la llama Cristo; “mujer, aquí tienes a tu hijo”. La mujer por excelencia. María es la bandera de todo feminismo posible, de esta proclamación de la igualdad de la mujer con el hombre en toda su dignidad de ser humano, ¡María!
Estamos aquí reunidos en esta Eucaristía esta tarde, en esta fiesta tan hermosa de la Inmaculada Concepción de María, para recordar a otra María, a doña María Corral tan querida de nosotros. El ámbito lleva su nombre, María Corral, sin alharacas; fue una mujer que vivió la plenitud de su dignidad de persona humana. Ella supo trabajar creativamente, bellamente por vocación. Mantuvo dignamente esa postura en medio de la sociedad, fue reconocida incluso oficialmente con condecoraciones. Supo, silenciosa y discretamente, hacer muchas obras buenas. No necesitaba de ningún estímulo de estos feminismos locos para ser una auténtica mujer gozando de la plenitud de su dignidad.
Ojalá que estas celebraciones marianas, con el ejemplo constante que nos da María a lo largo del año litúrgico en distintas advocaciones y distintas efemérides de sus misterios, tan unido al Misterio de la Redención, sirva para que todos los cristianos sepamos caminar para el logro de la liberación total de la mujer, tan necesaria en tantos países donde sufren tanto, tanta humillación y tanta explotación. Que Ella, que es el estandarte mejor, sepa guiar nuestros pasos para que todas las mujeres -las cristianas y también toda mujer-, sean como María.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía del Martes 8 de diciembre de 1987 en la Iglesia parroquial de la Concepción de Barcelona
Del libro «Homilías. Vol. II 1982-1995», publicado por Edimurtra