Este domingo, cuarto de la Pascua, en que ya nos acercamos hacia Pentecostés, en este domingo el Evangelio nos presenta a Jesús como Buen Pastor, que conoce a cada una de sus ovejas por su voz. Realmente sabemos bien que este símbolo de las ovejas, del Buen Pastor que es Cristo, somos nosotros, ¡qué alegría saber que estamos ligados tan amorosamente por alguien que nos ama! Que ha demostrado que nos ama, pues dio la vida por todos nosotros, y que, resucitado, está vivo, está atento a todas nuestras vicisitudes, a todos y cada uno de nosotros. Nos conoce uno a uno a los que estamos aquí en esta iglesia, santuario de Santa Eulalia. Nos conoce a cada uno, con todos nuestros problemas, nuestras ansias, nuestros deseos, nuestros pecados, nuestros arrepentimientos, nuestra fidelidad y nuestro amor hacia Él y hacia Dios Padre. Nos conoce por nuestra voz, por nuestro nombre. ¡Qué alegría!
A veces se piensa que la juventud es díscola, es desobediente, que no hace caso a nadie, ni siquiera a los padres, y parece que son ovejas que no quieren pastor. No, todo lo contrario. Los jóvenes y todos nosotros, pero los jóvenes también, están anhelando tener un pastor que les guíe, que les ilumine. Pero para fiarse los jóvenes de su pastor, necesitan estar seguros de que ese pastor sólo actúa respecto a ellos por un amor sincero y desinteresado, que sólo actúa por el bien de ellos. Los jóvenes son muy susceptibles de ver y de descubrir que muchas veces hay falsos pastores que nos buscan, nos persiguen, o nos quieren encandilar, porque en el fondo lo que quieren es manipularnos y sumar estos jóvenes a que sean instrumentos para el logro de los intereses del pastor, sea de orden político, económico, ideológico; se quiere reclutar a los jóvenes como soldados, y no importa que a veces queden destrozados con tal de que ayuden al triunfo de las ideas del pastor, o los intereses. Y los jóvenes, esto, lo detectan muy sutilmente, como por un instinto. Y huyen, y desobedecen y no quieren. Pero si descubren los jóvenes, y descubrimos todos nosotros también, que alguien, Cristo, y otros en nombre de Cristo, de verdad, desinteresadamente, sólo buscan el auténtico bien de la oveja, llevándola a buenos pastos, entonces todo el mundo desea tener pastores, descansar en ellos, porque así pueden vivir tranquilos, gozar de la vida y del sol porque el pastor te cuida bien, y les sabrá defender de todos los lobos que puedan venir.
Ciertamente en esta figura de Jesús, Buen Pastor, Él es hombre y Dios verdadero, hombre verdadero y Dios verdadero. En cuanto hombre nosotros somos ovejas que también somos de Dios Padre, y somos ovejas, sí, tenemos un pastor, pero a veces estamos llamados al ir creciendo, al ir siendo maduros, al ir siendo adultos en nuestra fe cristiana, estamos llamados también a ser pastores como Cristo, pastores de tantas otras personas: los padres de los hijos, en la sociedad… Pastores de otras personas que dependen de nosotros. Entonces, si hemos aprendido a ser ovejas, es como sabremos, por haber visto tantas veces al pastor guiándonos a nosotros con heroicidad, dando la vida por nosotros, es como aprenderemos nosotros a ser pastores también, porque somos ovejas llamadas a crecer y a llegar a esto, a ser pastor también. Como os decía, Cristo es Dios y hombre. Pero Él es el Dios verdadero.
/…/
Hay más diferencia entre Dios y nosotros que entre un pastor y las ovejas, siempre seremos ovejas de Dios, porque Dios está más allá, Dios es tan grande transcendido, nunca podremos alcanzar la dignidad de Dios. Por lo tanto, siempre Dios será el auténtico Pastor de nosotros, que estamos a la infinita distancia de Él, pero que a pesar de esa distancia nos ama, nos conoce, nos pastorea, nos ha enviado un (¿pastor?) que se ha hecho carne; desea que vayamos a su jardín, a su Cielo, donde nos tiene preparado un Banquete eterno de felicidad con Él.
En este domingo hemos de pedir que siga siempre, que no se canse nunca, a pesar de nuestras infidelidades, nuestros pecados, nuestros yerros, que ni Dios Padre, que es Dios, se canse nunca de ser nuestro Pastor, ni Jesús, el Verbo, pero que también es hombre, tampoco se canse de ser siempre con nosotros hasta el fin de nuestra vida, y que Jesús hecho hombre nos enseñe también a nosotros a ser, cuando debamos serlo también, buenos pastores.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 20 de Abril de 1986 en el Santuari de Santa Eulàlia de Vilapiscina, Barcelona