J. Corbella i Duch
Abogado
Foto: paulaquiyahora (Pixabay)
Fecha de Publicación: 14 de julio de 2025

Hay que reconocer que soy un poco entrometido por naturaleza, que tengo curiosidad y me gusta saber y ver cosas nuevas. Seguramente por eso hay un par de actividades que me entretienen y, según cómo me distraen del trabajo. Son las de buscar palabras en el diccionario, y la de reseguir noticias antiguas en diarios y publicaciones de todo tipo.

Los diccionarios siempre han estado para mí una gran distracción, y también un motivo para perder tiempo innecesariamente, dado que buscando una palabra salto fácilmente a otra que pueda haber en su definición, y de esta a otra, y así paso el tiempo saltando páginas, o bien me quedo leyendo otras que he ido viendo pasando hojas buscando la que es motivo de consulta.

Esto siempre ha sido habitual mientras me he servido de la ayuda del diccionario impreso sobre papel, más o menos fino y delicado, el conocido como papel biblia, pero parece que no es tan habitual haciendo la consulta por Internet, a pesar de que, más de una vez, la definición de una palabra me haya llevado en busca de otra de semejante, o con definición antagónica.

Por otro lado, últimamente he consultado boletines oficiales de tiempos pasados, cuando todavía se presentaba con el título de Gaceta de Madrid, llenando sus páginas tanto con normas legislativas y disposiciones oficiales, como con noticias de todas partes, cosa muy habitual en tiempos pasados, dado que, como gaceta, su objetivo primordial era la publicación de noticias. Con los años, y a medida que ganaban peso las publicaciones oficiales, y que aparecía prensa especializada en noticias y comentarios, en la llamada Gaceta, perdían espacio las noticias, hasta hacerle desaparecer la naturaleza de gaceta para convertirse en boletín o diario oficial, que, entre nosotros, es conocido con los acrónimos de BOE (que publica las normas y disposiciones del Estado), de DOUE (en el ámbito de la UE), y de DOGC (en cuanto a las disposiciones normativas de la Generalitat de Catalunya).

No hace muchos días que, mirando, y saltando de una publicación a otra, me encuentro un edicto de un Juzgado de València en la Gaceta del 31 de agosto de 1876, citando los padres de Manuel Salvador: «pordiosero, de 55 años, que falleció repentinamente el día 2 de julio último en la plaza de San Nicolás».

La frialdad de este anuncio judicial me ha entristecido, a pesar de que con los años he visto, y leído, relatos de todo tipo en atestados y diligencias judiciales. No he podido evitar un salto de la imaginación y ‘ver’ una plaza de la ciudad de València, llena de gente que va arriba y abajo y, en un rincón, apartado de la vista de todos, un hombre agonizante hasta morir sin que nadie se dé cuenta.

La escena que he vivido después de la lectura del edicto ha sido sobrecogedora. No por su redacción, fría, alejada de cualquier sentimiento o valoración, sino por la representación imaginaria de la vivencia del tránsito de esta vida hecho por una persona en una plaza pública, seguramente, en la más absoluta soledad y al margen de la gente.

El edicto es del último tercio del siglo XIX, y parece que hoy no tendrían que pasar estas cosas en nuestra sociedad, pero a pesar del tiempo y los adelantos materiales y sociales cada día vemos mendigos, gente sin techo que duermen en las entradas de garajes, en recintos de cajeros automáticos, en salas de aeropuertos, en los parques y en las esquinas de algunas plazas.

Pasa el tiempo, pero algunas cosas no cambian. Desgraciadamente, todavía hay personas que viven y mueren en la calle.

Artículo publicado en el Segre el 14 de junio de 2025

Comparte esta publicación

Deja un comentario