Estamos aquí reunidos en el día del cumpleaños de Carmelita [Cuevas] una vez más, y diría yo por la providencia de Dios, porque cuando estábamos reunidos este mediodía, decíamos: bueno, ¿Dónde celebramos el cumpleaños de Carmelita? Y decían: bueno, pues mira, aquí hay cena, podemos avisar y pueden venir la gente. Pero entonces llamó Dorita por teléfono preguntando precisamente algo así, dónde. Y entonces, claro, dijimos: pero ¡qué tontos!, Dios mío, ¡qué dónde ni otro dónde, si el cumpleaños de Carmelita donde mejor lo podemos celebrar, y es haciendo un poco inauguración especial de la Universidad Albertiana, es precisamente allí! Bueno, pues allí estaremos a las siete y media. Pero entonces se ha acordado Juan Miguel de que precisamente Forcada y Joe habían traído este san Alberto desde Barcelona para regalárselo a ella y que sea el que presida la Universitas de su nombre. ¡Carambas, pues claro, qué bien! Entonces se le dio y dijimos: ¡ah, no!, pero además enseguida a enmarcarlo, porque hay que entrarlo esta tarde allá naturalmente. Y han ido, lo han podido hacer, y con estas rosas también, y ella, han venido de una manera especial en un día tan significativo para ella. Y digo: su cumpleaños, sí, su cumpleaños, que hace tantos años que nació, pero yo diría también el día de aniversario en que gracias a ese regalo que ha habido de Dios de que viniera Forcada, le ha visto unos bultos en el cuello y ha dicho: no me gustan. Y han ido corriendo al médico, y el médico era un médico excelente que la ha tranquilizado, por un lado, de pensar que podía ser una cosa muy mala, pero que muy mala, y ha dicho: no, no. Pero bueno, eso hay que mirarlo bien y empezar pruebas, poner las cosas normalmente… Bien, normal, pero hay que tratarse. Y no hay nada peor que un médico, no hay nada peor que un especialista, que nunca interpretamos bien las cosas propias. De manera que creo que ha sido una gran oportunidad, un regalo de san Alberto realmente que ella fuera y pueda trabajar tanto, tanto, tanto, y con salud en pro de la Albertiana.
Yo he venido aquí y me habéis sentado, otro día estaba en otro lado. Quizá sí este cuadro estaba desde el principio que inaugurasteis la Colegiata. Yo no recordaba haberlo visto, pero cuando lo he visto hoy, he dicho: ¡carambas, con san Alberto al lado y esas rosas que parece que forman parte del paisaje!
Por qué digo eso. Porque en tiempos de la Universidad Albertiana, que pueden pasar 5 años, pueden pasar 10, el río Sonora que pasa cerca de aquí y que hace muchos años pasa sin agua, pues dentro de unos años pasará agua por el río Sonora cruzando Hermosillo, y veremos, no sólo eso, sino que las márgenes serán frondosas. ¿Por qué? No es de extrañar que haga este vaticinio. Cuando el otro día ya Juan Miguel os dijo desde aquí que eso se va a convertir en una Suecia, porque realmente hoy, más que los países fríos, tienen porvenir los países cálidos, donde las fuentes de energía están a la superficie, en el aire, en la energía solar para hacer todo lo que haya que hacer. Y naturalmente una de las cosas que tienen en plan en Hermosillo es los grandes traslados de agua desde Sinaloa, que tiene 11 ríos en un territorio mucho menor que Sonora y muchísima menos gente que aquí, y que las dificultades son puramente políticas de egoísmos nacionalistas de unos y otros, pero se van superando por el sentido común y por un sentido de mayor unión federal. Y eso políticamente va delante. Ya ahora, a lo loco, como quien no hace nada, pues diciendo que está estropeado el dique que detiene la presa allí en Sinaloa grandiosa, pues está mal hecha, tiene peligro de corrimiento, gran peligro, hay que repararla. Pero con lo cual han visto que era necesario vaciar ese pantano tan –¿Cómo se llama? –
Alguien. – El Molinito.
Alfredo. – El Molinito, en Sinaloa, que lo tienen que vaciar y volcarlo ya en el Molinillo, que es una presa del río Sonora ya aquí en Sonora, que naturalmente ya ha vaciado 30.000 metros cúbicos, no sé, por hora, me parece, que ya es mucho, o por día, no sé; vaciarlo aquí. Incluso han tenido que soltar agua de la presa, que ya no cabía, y dejarla perder por esos desagües que tiene el río, y que no llegue al mar, pero sí que empape lleno de agua toda la huerta de Hermosillo hasta bahía Kino, creciendo mucho todo el nivel freático. Eso ya está hecho. Bueno, y seguirá viniendo más agua de Sinaloa, cuando tiene 11 ríos que van al mar impresionantes, ¡11!, y además el deshielo en primavera de toda la Sierra Madre, que Juan Miguel y yo hemos recorrido kilómetro a kilómetro. ¡Impresionante lugar!
Bueno, el agua está al lado, la tecnología ya está. ¡Y este cuadro! ¡Lo que dije, hecho realidad!
Y no solamente será frondoso, habrá jardines y habrá rosas en la Universidad Albertiana, en este patio de la Colegiata. Será un símbolo de la fecundidad, de la frondosidad, de la floración tan hermosa que pueden significar estas riberas y estas rosas de lo que precisamente tiene que hacer la Colegiata y tiene que hacer la Universitas. Nada más.
// … negro, negro, negro como el azabache, aquellos gigantones que llamábamos, como una persona muy especial en esto que llamábamos «la blanca paloma de la paz». Y así le llamábamos, y eso él lo llevaba muy en el alma, en que todos sus sacrificios, todos sus posibles méritos eran en honor de que en el mundo hubiera, él tan negro, una blanca paloma de paz. Precisamente cuando nosotros aquí en México estamos firmando la Carta de la Paz en ese sitio tan especial que es México, con el realismo [existencial], con la Colegiata, con la Universitas, pues él desde el Cielo intercederá por todo lo que estaremos haciendo aquí, él, blanca paloma de la paz.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 19 de Julio de 1994 en Hermosillo, México