Como decía la lectura, hay que ponerse de pie y ceñidos, con sandalias –aquí todos vamos con sandalias, me parece, con zapatillas–. Y luego Jesús lava los pies. Aquí hoy uno que se llama Jesús [Un servidor.] que me ha lavado los pies muy bien. Agradezcamos al Señor que en estas maneras nos hace participar de una manera vivencial en esto que estamos rememorando. Nada más yo ahora quería subrayar aquí un punto que es éste. Y dice a los judíos en Egipto: bueno, si no sois bastantes para comer el cordero, llamad al vecino. Es una llamada a ser generosos, a compartir y a no querer hartarse a la fuerza por no compartir con nadie; saber compartir. Y luego dice: comed deprisa.
En la Última Cena, en cambio, Jesús va despacio, porque que sabe que como es la Última Cena que va a hacer con sus discípulos, la prolongaría, la prolongaría, va despacio, los amó hasta el final, hasta el extremo, y como nos dice San Juan, el Evangelio, cuánto platicó con ellos aquella noche hasta bien entrada la noche, hasta que por fin después, por un acto de determinación dijo: bueno, basta, vamos para empezar la pasión.
Pues sepamos tener esta noche esta paz, este no tener prisa, ese desear estar con el Señor, escuchar con toda unción su palabra.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de Abril de 1992 en Talanquera, República Dominicana