Éste es uno de los relatos de esta multiplicación de los panes y los peces. Otros evangelistas también la tienen. Entre los dos complementan matices. En la otra descripción, cuando dice Jesús que mandó que la gente se sentara en el suelo, el otro evangelista dice que, en aquella época, en aquel sitio -lo comentábamos el otro día, que los turcos en la invasión, no dejaron ningún árbol porque tenían miedo de que pudieran esconderse tras ellos los soldados guerrilleros en el lugar, y arrasaron los árboles para poder otear bien que no venía ningún enemigo y que nadie estaba escondido detrás de ningún árbol-. Pero en aquella época Palestina, en Galilea especialmente había muchos árboles; es un sitio alto, llueve. Y decía que mandó a la gente que se sentaran, es porque era un sitio donde había mucha hierba; o sea, estaban cómodos sentados en ese almohadón de hierba. Y tomó aquí sietes panes y unos peces; aquí dice que hasta sobraron doce canastas, y aquí siete. Los dos son números bíblicos simbólicos: los siete sacramentos, las doce tribus de Israel… Son números que tienen no tanto una significación que no es matemática; además tienen un valor simbólico: sobraron doce, siete canastas, sobraron, como para seguir repartiendo hasta el final. Y precisamente en esta plática mía anterior que hablaba de las obras de caridad, de los sedientos, de los hambrientos, traje a colación el recuerdo de este Evangelio de atender a los que están “necesitados”.  Hace que Jesús se preocupe, pero cuánto más esto es simbólico, es significativo, es ejemplar: ¿Cuántos panes y peces tenéis? Los apóstoles, pues mira, más o menos, habían hecho unas provisiones para poder estar en el monte con Jesús. Y en este camping que pensaban hacer tranquilos porque les invadía la multitud, llevaban, todavía les quedaban, estos panes y estos pocos peces. Y les dijo: repartidlos. Los bendijo y los repartieron. Seguramente este gesto de Jesús de repartir lo poco que tenían, compartir, seguramente movería también a que otros, que sí que fueron, ya pensaron, quizá también llevaron un zurrón, también llevaban algún pan, llevaban algunas cosas, caerían en total ridículo si no lo sacaban.

 

Si sabemos compartir lo poco que tenemos, ¡tanta gente que tienen tanto! ¿Para qué? Los países desarrollados, los países del norte, etc., tienen tanto. Se envía desde esos países, europeos en concreto, cargamentos de ropas y alimentos, y llegan a los sitios… y algunos especulan con ello, los desvían. A veces hasta se han podrido detenidos en esas aduanas por dificultades burocráticas, y no le llega a la gente…

 

Seguramente, como digo, seguirían el ejemplo de Cristo, y entre unos y otros, y la multiplicación milagrosa de Cristo, colmaron, con esa delicadeza de Cristo.

 

Nosotros quizás estemos en unas circunstancias en que podemos más dar a los hambrientos. Son hambrientos de esta luz, de estas enseñanzas, de esos sacramentos, de esa caridad, de ese tesoro de la Revelación que desconocen; lo podemos repartir. No tengamos miedo, sobrarán canastas y canastas para poder seguir repartiendo. Es una hambruna mucho más grave todavía que la corporal. ¡Cuánto podemos repartir, cuánto podemos compartir de los tesoros que tenemos como bautizados!

 

Ese Dios de los filósofos -Aristóteles-, ha llegado a decir: bueno, tiene que haber un Ser causa de todo, un Ser cuya esencia es ser existencia, etc.; las siete vías para alcanzar a Dios, que después santo Tomás reelabora de Aristóteles. Un Ser solitario, eterno, poderoso, que no necesita de nada ni de nadie, cuya felicidad está en contemplarse a sí mismo -como dice Aristóteles-. Pues eso es el infierno elevado a la enésima potencia. El Dios verdadero, desde toda la eternidad engendró al Hijo, al Verbo; desde entonces fue persona Dios, si no, ¿de qué iba a ser persona? La persona siempre es una relación.… (¿de dos?). Si estamos dos, originador y originado, compartiendo la naturaleza divina, cada uno asumiéndola en plenitud, y nada más. Pero si están en lucha permanente, el originado queriendo sustituir y hacerse cabeza y ser más que el originador, esto es un infierno. En el mundo puede haber una persona que esté solitaria, que no tenga amigos, que esté sola y está en una montaña; es triste. Bueno, se casa, pero si están a pelea, si no se quieren, si están dándose de bofetadas…, es un infierno a dos peor que el dinero; quiere irse y volver a por lo menos estar solo.

 

Dios es Uno y Trino, y esto no lo podían alcanzar los filósofos, y ni siquiera estaba claro en la Revelación judía; era progresiva en los profetas. Porque los judíos al principio eran politeístas, creían que su Dios, el Dios de Israel era más poderoso que los demás dioses, y que los demás dioses eran menos fuertes, por eso ellos podían vencer, y se quedaban sorprendidos cuando veían que un pueblo como Babilonia los dominaba. Por eso cada uno era imitador de este Dios terrible, tremendo, degollando a los enemigos, porque eran monoteístas, sí, pero de una sola persona.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 6 de diciembre de 1995 en la Casa de Espiritualidad de los Jesuitas de Villagarcía de Campos, Valladolid

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