Hemos escuchado muchas veces este Evangelio y, claro, creemos que lo sabemos, pero al leer y releer, siempre encontramos matices nuevos. Vamos a subrayar en este momento esos matices nuevos que me parece que no había visto yo antes y en los que ahora caigo en la cuenta. Dice: «En aquel tiempo volvió a casa y se juntó…» Lo dice con toda naturalidad, «En aquel tiempo volvió Jesús a casa», ¡qué maravilla, qué maravilla este volver a casa!, la historia que tiene la casa en la historia de un hombre, de unas personas, de un grupo, «volvió a casa». ¡Cuánto nos ha de hacer esto apreciar la casa! Lo decíamos en la hora prima el sábado pasado, y a mí me gustaría volver a insistir en lo de la hora prima en la cena de esta noche, arriba, con los mayores, pero que es tan ineludible la cena abajo, pero creo que se irán pronto, y si subo volveré a insistir en esta pieza tan fundamental, para que la casa marche bien, porque la casa lo merece: «Jesús volvió a casa.» Es como si con este párrafo el obispo bendijera, santificara, consagrara el concepto de casa a un sitio donde hasta Jesús volvía, volvía a casa.

 

«… y se juntó tanta gente que no lo dejaban ni comer.» Aquí también hay una relación, se va a casa a vivir, en un sitio donde se duerme, donde se come, donde se descansa, y vemos que había tanta gente que, cuando él iba casa a hacer todo eso, a descansar, a comer, a dormir, la gente no le dejaba ni comer ni descansar ni dormir. ¡Qué hermoso que uno pueda descansar en la casa, reposar, sosegarse en la casa, poder hacer cartuja en soledad y silencio, como quien vuelve al regazo de Dios!

 

«… unos letrados decían: tiene a Belcebú y expulsa demonios por el poder del jefe de los demonios.» Y Jesús les hace estas comparaciones, y aquí es otro matiz nuevo que veíamos: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?, un reino en guerra civil no puede subsistir» Y luego de poner este ejemplo tan pleno en la sociedad –un reino en guerra civil no puede subsistir–, mirad, un reino en guerra con el vecino puede subsistir, ahora, un reino dividido en sí mismo, éste no puede subsistir, porque es un desastre y hundimiento… Los que hemos pasado guerras civiles, como en España, bien sabemos de esto. Y luego lo aplica a un término más pequeño: «una familia dividida no puede subsistir.» Y aquí vemos la gran oleada, el gran ataque que hace el diablo en la sociedad, porque no deja familia sin divisiones. Decía Pablo VI: veo entrar el humo de Satanás por las grietas de la Iglesia. Podíamos decir: veo entrar el humo de Satanás por las grietas que se producen las familias. ¡Qué importante es esto! ¡No puede haber una familia dividida!

 

Y luego es con el Espíritu Santo otra vez, otro matiz, dice: «Se perdona hasta al que blasfeme –fíjate tú si es gordo eso–, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.» Muchas veces preguntamos: y ¿Qué es eso de pecado contra el Espíritu Santo? Y lo aclara Cristo aquí, no me había dado cuenta nunca de que Cristo lo aclara aquí; es como aquello que dice: tenéis que ser perfectos como el padre es perfecto. ¡Carambas!, ¿Cómo puede ser eso? Pero enseguida Él lo aclara: amad a los enemigos, como hace Dios Padre, y en eso ya, con eso ya se es perfecto. Bueno, pues aquí también, no lo había visto yo nunca: el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará… Pero ¿Qué es el pecado contra el Espíritu Santo? Y lo aclara enseguida, ¡tonto de mí!, 72 años y no lo había visto. En el renglón seguido dice: «Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu.» Es decir, aquéllos que afirman que allí donde hay caridad, en vez de haber caridad lo que hay es el espíritu del mal, eso es blasfemar contra el Espíritu Santo, es el insulto mayor que se puede hacer al Espíritu Santo, confundirle con el espíritu de Belcebú, eso es pecar contra el Espíritu Santo. Y cuántos, que ven, por ejemplo, a la madre de Calcuta, llena de Espíritu Santo, atendiendo a los pobres, y dicen: bueno, una pobre monja, pues ¡qué va a hacer!, ¡qué tonterías!, es una ingenua, es una tonta que no ha sabido dedicarse a la vida o cosa que sea más eficaz, bueno; esa persona se ha hecho religioso o sacerdote, ¡qué bobo es!, ¡qué…! Confundir la caridad con el espíritu de Belcebú –lo voy a poner aquí para que no me olvide–.

 

Pues que Dios nos ilumine un poco para encontrar siempre cosas viejas y nuevas en este tesoro del Evangelio.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 9 de Junio de 1991 en la capilla de Modolell, Barcelona

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