En el Camino Pascual, las palabras de Jesús, los gestos, las actitudes que tenía Él, eran nuestra «Carta Magna» para saber cómo teníamos que vivir como ciudadanos del Reino de Dios, muertos y resucitados con Cristo. Pues bien, este periodo, se termina con la venida del Espíritu Santo, que celebramos hoy.
El Espíritu Santo también entra a formar parte de nuestra Carta Magna Pascual para mostrarnos como tenemos que obrar nosotros siendo Hijos de Dios en plenitud, ya en Cristo, resucitados con Él.
Esta Secuencia es una gran «Carta Magna» vista así.
VEN, ESPIRÍTU DIVINO, MANDA TU LUZ DESDE EL CIELO.
O sea que ¡ven! y en Pentecostés efectivamente viene y nos llena el corazón a las personas que hemos acompañado a Cristo en su muerte y en todo el Camino Pascual de su Resurrección.
A partir de aquí, la Secuencia explica como obra el Espíritu Santo; cuáles son sus actitudes, lo mismo que decíamos de Cristo. Y Cristo dice que para que acabemos de entender, nos enviará al Espíritu Santo, Él nos enseñará.
Luego esta Secuencia es otra Carta Magna y esto es lo nuevo que yo quería deciros hoy.
¿Cuáles son las actitudes que tiene el Espíritu Santo? Porque esas mismas son las que hemos de tener nosotros si queremos ser verdaderos ciudadanos del Reino de Dios.
PADRE AMOROSO DEL POBRE.
Nosotros hemos de tener entrañas de padre amoroso con toda aquella persona que es pobre, porque le falta algo: cariño, compresión, compañía, dinero, trabajo, salud… Pues con toda esta gente a la que le falta algo importante en sus vidas, hemos de tener entrañas de misericordia amorosa de Padre.
DON, EN TUS DONES, ESPLÉNDIDOS.
Hemos de ser espléndidos en repartir los dones que tengamos nosotros y entonces nosotros mismos nos convertimos en un don, fuente de esos dones que hemos de repartir generosamente, espléndidamente a nuestro alrededor.
LUZ QUE PENETRA LAS ALMAS.
¿Cómo hemos de ser luz para penetrar en el corazón, en las almas?: si somos mentirosos, no entramos. Si somos violentos, no entramos, si somos orgullosos, no entramos.
Para imitar la luz, para ser luz que entre, hemos de ser humildes. ¡Humildes!, con todo lo que comporta la humildad de espíritu de servicio, de sacrificio, ¡en fin¡ lo que comporta la humildad. Así seremos luz que penetrará en los corazones como el Espíritu.
FUENTE DEL MAYOR CONSUELO.
Hemos de ser fuente de consuelo para todo el mundo que por una razón u otra se sientan desconsolados: La muerte de un amigo, de un familiar, angustias de la vida, angustias de uno mismo. No está consolado, hemos de ser fuente de consolación.
Y fijaros. ¡Fuente! ¿Qué quiere decir fuente? Que mana agua sin interrupción; si no, es una fuente seca. Pero si es una fuente, ¡siempre mana agua! Luego, siempre hemos de manar, esparcir consuelo a todo el mundo que está cerca de esta agua.
¡VEN! DULCE HUESPED DEL ALMA.
Si somos luz, como decíamos antes, que penetra al corazón, la gente estará contenta de sentir dentro de ellos que somos huéspedes suyos, que repartimos dones, que damos consuelo, ¡qué hermoso ser así, huéspedes del corazón de las personas.
DESCANSO DE NUESTRO ESFUERZO.
Las personas cuando luchan trabajan, etc., ¡tantas cosas! saber que pueden acercarse a uno y que uno les da cobijo, descanso, paz, ¡qué hermoso! Ser el descanso de la gente. ¡Qué hermoso!
TREGUA EN EL DURO TRABAJO.
¡Claro! hay que trabajar duro en este mundo y cuesta y cansa. Una manera de descanso es interrumpir el trabajo, sabiendo que hemos encontrado dentro de nosotros, una tregua, un descanso; como la gente que interrumpe el trabajar para irse al bar a tomar una copa, o comerse un bocadillo, porque no aguantan más, o a fumar un cigarrillo los que tienen las desgracia de fumar. Bien. Pero es una tregua. ¡Es una tregua! Pues nosotros tenemos que ser ocasión, lugar, apoyo, para esa tregua en el trabajo de la vida.
BRISA EN LAS HORAS DE FUEGO.
Cuantas veces uno se siente con ardores internos de sufrimiento, de dolor. Sepamos nosotros ser en esos momentos, una brisa suave que apague este fuego, que refresque a estas personas.
GOZO QUE ENJUGA LAS LÁGRIMAS.
Cuantas veces la gente derrama lágrimas. Sepamos ser, entonces alegría para borrar estas lágrimas y reconfortar en los duelos. Hay duelos muy serios que no tienen solución, como, por ejemplo, cuando una persona pierde a un ser amado, una madre, un padre, un hermano. Como a la Virgen María en la Cruz, se le doblarían las rodillas, pero Ella estaba de pie, confortada por su mismo Hijo, acompañada de Juan y de Magdalena y la reconfortaron, la volvían fuerte para seguir de pie.
ENTRA HASTA EL FONDO DEL ALMA, DIVINA LUZ Y ENRIQUÉCENOS.
Sí, sí, lo hemos dicho antes. Hemos de ser divina luz para los que nos van a pedir que seamos huéspedes del corazón, para sentirlo ligero y reconfortado y hemos de saber ser así, luz divina, no solamente nosotros o nuestras palabras, ¡no¡, nosotros llenos de Espíritu Santo somos luz divina que penetra y además si eran pobres los tenemos que enriquecer; si estaban con esta pobreza del desconsuelo, del duelo, ¡claro que los tenemos que enriquecer con esa divina luz!
MIRA EL VACÍO DEL HOMBRE, SI TU LE FALTAS POR DENTRO.
¡Que angustia! Cuantas personas van por la calle y se sienten solas. ¡Solas! Rodeadas por toda la gente del autobús, del metro, de las aceras… Yo, en Nueva York, es donde más solo me sentí una vez, rodeado de 16 millones de habitantes ¡Y qué soledad! Solo el amor puede llenar este vacío; solo el Espíritu Santo, encarnado en nosotros, porque somos nosotros sagrario del Espíritu Santo, y entonces siendo luz lo llenamos; solo así, puede desaparecer el vacío de la gente.
MIRA EL PODER DEL PECADO, CUANDO NO ENVÍAS TU ALIENTO.
Una persona que no se siente amada, que no siente el aliento del amor llenándole los pulmones, siente un gran vacío, pero el vacío tiende a llenarse enseguida y se llena de lo primero que pasa. Por esto, qué fácil en estas circunstancias es el pecado, la desesperación. Hemos de llenar este vacío con el aliento que le hemos de dar nosotros.
RIEGA LA TIERRA EN SEQUÍA.
Cuantas veces uno dice: estoy seco de corazón, estoy pasando una noche oscura, ¡qué sequedad de espíritu! Lo saben bien los Directores Espirituales. ¿Qué hemos de hacer nosotros, en estos momentos, con estas personas? Regarlas con esta lluvia mansa, esa lluvia deliciosa que los pueblos con sequía acogen con gritos de júbilo. Hemos de ser lluvia que riega lo que está seco.
SANA EL CORAZÓN ENFERMO.
Hemos de dar salud al alma.
LAVA LAS MANCHAS.
Hemos de ser restauradores de los pecados, y ¡siendo sacerdotes! cuanto más con el sacramento de la penitencia, damos otra vez la salud y lavamos todo pecado.
INFUNDE CALOR DE VIDA EN EL HIELO.
Cuantas veces uno dice: Tengo el alma fría. No vibro por nada, no siento nada. Estoy hecho un carámbano de hielo, ¡un témpano!
No me interesa nada, no siento amor por nadie. Hemos de ser calor de vida para derretir toda esa nieve con el fuego de nuestro amor.
GUÍA TAMBIÉN AL QUE TUERCE EL CAMINO.
Cuánta gente se equivoca y hemos de ser guía, darles una mano para que rectifiquen el camino y emprendan la carretera, la autopista maravillosa del amor de Dios y al prójimo y al mundo
para gloria de Dios.
REPARTE TUS SIETE DONES, SEGÚN LA FE DE TUS SIERVOS.
La gente nos mira porque tiene fe de que le vamos a ayudar y unos necesitarán más de un don y otros de otro.
¡Siete!, quiere decir la plenitud de dones y hemos de tener el arte de dar a cada uno aquello que más necesite.
POR TU BONDAD Y TU GRACIA DALE AL ESFUERZO SU MÉRITO.
Que hermoso que realmente nos lo pudiera decir la gente, porque fuéramos como espejos de Dios Padre y de Cristo: buenos, llenos de dones y nos piden que demos fuerzas para que tengan méritos, que les confortemos, que les demos fuerzas para que lo que hagan en la vida, sea hermoso, sea por amor y tengan méritos delante de dios Padre.
SALVA AL QUE BUSCA SALVARSE.
¿Qué somos los cristianos sino mano tendida para los que quieren salvarse? En el Itinerario, son aquellos que quieran salir de la riada que tengan una mano donde poder agarrarse y sacarlos de la riada.
Y DARLE TU GOZO ETERNO.
Ser capaces con todos los sacramentos que tenemos, de dar la Gracia, de darles el gozo eterno.
Paz y alegría para siempre.
¡Que Carta Magna tan hermosa!
Aleluya, Aleluya, ¡ven, Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor. ¡Aleluya!
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 1989 en Modolell, Barcelona