Aquí en este evangelio que tantas veces habéis leído, me parece que hay una frase que tiene especial significación que creo que conviene subrayar. Jesús pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre? Y le contestan que unos creen que es uno y otro. Habría que pensar aquí de momento, bien, pero ¿el hijo del hombre era un personaje que esperaban, o creen que es Jesús el hijo del hombre? Sabéis vosotros que los esenios hablaban mucho de un maestro de justicia que, interpretando la Biblia en algunos pasajes, estaban esperando el maestro de justicia, algo así como uno que era antes que el Mesías. Podía ser que el hijo del hombre en la mente popular de entonces fuera también un personaje que tenían que esperar antes de la plenitud de los tiempos, y entonces les pregunta: ¿Qué dicen que es el hijo del hombre? Claro, y entonces dan unas respuestas en que unos dicen: el hijo del hombre ya vino y era san Juan Bautista…, o el hijo del hombre ya vino y era Jeremías, otro de los grandes profetas. No necesariamente en esta pregunta quiere decir que, dando por supuesto que la gente creía que Él era el hijo del hombre, pues entonces dicen que Él es el Bautista resucitado, o Jeremías o alguno de los profetas que están encarnados en Él. No, porque esta misma gente habían conocido a Juan Bautista y habían conocido a Jesús, y no era esto lo que querían decir la gente. Otra cosa es que puede decirse: ese espíritu del hijo del hombre es un espíritu de una persona llena del Espíritu Santo que puede irse reencarnando –dijéramos así–, formando en diversas personas, y entonces si la gente entendía que esa pregunta era referente a Jesús –¿Quién dicen que soy Yo? –, pues mira es un nuevo Juan Bautista, un nuevo Jeremías, un nuevo profeta. Bien, y entonces va y les pregunta a los discípulos los cuales sí sabían perfectamente que Jesús se llamaba a sí mismo el hijo del hombre, era el título que Jesús emplea para llamarse a sí mismo. Y que si en la Biblia, en las profecías, se hablaba ya de algún hombre como el maestro de justicia, con eso quería decir soy yo, o sea, ése que estáis esperando soy yo. Que el hijo del hombre fuera además confundido en la misma persona, el Mesías, bueno, eso es otra cuestión, pero Él se llamaba a sí mismo el hijo del hombre. Y entonces les vuelve a preguntar a los discípulos: y vosotros, ¿Quién decís que soy yo? Claro, si ellos tienen fe en Jesús, si ellos le siguen, creen lo que les dice, la respuesta obvia, es decir: Tú eres el hijo del hombre, porque es lo que Jesús afirma de sí mismo. El hijo del hombre que también tenía un significado de Adán, de nuevo Adán, porque hijo del hombre significa eso, hijo del hombre, es el Ramírez, es el Ivánovich, etc. Sabéis vosotros…
//
… González en España significa hijo de Gonzalo, Diego de Diéguez, Martín de Martínez, hijo de Martín; hijo del hombre sería Adanez, y me parece que hay algún apellido en España que se llama así, Adaniz o Adanis, que es hijo de Adán. Bueno, hijo del hombre significaba el nuevo Adán, el hombre por excelencia, el nuevo Adán. Bien, y les dice: ¿Quién soy? Pues el nuevo Adán, el hijo del hombre. Y no, ahí eso es lo que yo os decía al principio que os quería significar, no responden esto, que eso hubiera sido lo normal, lo obvio. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el Mesías, sin más ni menos, o sea, el Mesías sí que era una figura clara en todas las profecías, en toda la expectación del Pueblo de Israel, hay que leer el trozo de Isaías que relata lo que va a padecer el Mesías, y cómo lo van a crucificar, escupir, azotar, dejarlo como un pingajo, y es tan clara esa descripción de la pasión de Jesús y de la crucifixión, que le llaman el quinto evangelio; es tan clara y tan detallada, que muchos racionalistas que así, a dos mil años vista, decían: no, esto no puede ser, esto es algo que se escribió después de la pasión de Jesús y después de los evangelios, y para decir que eso estaba profetizado lo han interpolado en los escritos de Isaías, de manera que no puede ser porque es demasiado exacto, es casi una película antes de que ocurra la cosa. Y ésa era una tesis racionalista del siglo pasado, y claro, les gustaba mucho pensar que eso no era una profecía sino una interpolación. Claro, la gente, los escrituristas y los mismos judíos decían que no, que eran textos muy antiguos del siglo IV, del siglo III, un papiro del siglo II, pues estaba ya en Isaías esto. Pero decían que eso fue interpolado en el siglo I, y claro, en el siglo I no había nada, tampoco se podía demostrar de una manera absoluta de que no fuera una interpolación, hasta que hace poco, en los años 40, en las cuevas de Qumran se encontró toda la biblioteca enterrada allí de los esenios, que la habían enterrado precisamente al ser invadida por los romanos en el año 70 de Jerusalén. Y allí se han encontrado papiros, aquellos rollos envueltos, enrollados en tinajas de barro escondidos en unas cuevas, que no llueve nunca y hay una sequedad, y gracias a esto se han conservado. Y bueno, esos papiros, que eran papiros que tenían los esenios y los escondieron en el año 70, pero se ha sabido por el carbono 14 que son anteriores a Cristo algunos; e Isaías está, y está tal como le conocemos ahora con todo ese texto que decían los racionalistas que sería interpolado por ser tan exacto en la pasión de Cristo.
Bien, os cuento esta anécdota porque es emocionante estar en Qumran, yo he estado allí un par de veces y hasta he hecho excavaciones y hasta encontré un tintero, es toda mi aportación a la arqueología de Qumran haber encontrado un tintero, je, je… Bien, pues es emocionante, y entonces en Qumran, que demuestran esto, demuestran también qué clara era la idea del Mesías que estaban esperando. O sea que esa afirmación de Pedro: Tú eres el Mesías, déjate del maestro de la justicia, o del precursor, o del hijo del hombre, el nuevo Adán así, como si fuera una figura que no fuera todavía totalmente el Mesías, no, no, dejémonos de tonterías, Tú eres el Mesías. Seguramente cuando Cristo se llama a sí mismo el nuevo Adán está significando que efectivamente Él es el Mesías. Pero Pedro añade –y allí es donde iba–: Tú eres el Hijo de Dios vivo. O sea que cuando Cristo mismo pregunta quién es el hijo del hombre, vosotros qué decís, ¿vosotros os dais cuenta de que Yo soy el hijo del hombre? Eso hubiera sido lo normal y le hubieran dicho: sí, Tú eres eso que decías, Tú eres verídico, no mientes, si Tú lo dices es verdad, Tú eres el nuevo Adán. Pero él, Pedro, dice más, hace la afirmación rotunda: este nuevo Adán es el Mesías, este nuevo Adán es el Hijo de Dios vivo. ¡Carambas!, claro, el mismo Cristo se queda sorprendido y dice: hijo mío, eso no lo dices por tu cuenta, porque lo más que tú podrías haber dicho con todas las fuerzas de tu fe era decir que estabas conforme con lo que Yo decía, el hijo del hombre, pero tú me respondes mucho más de lo que yo te he preguntado, esto no es de ti. Jesús les respondió: dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo. Hoy día podemos preguntar a la gente verdaderamente culta quién es Cristo, y estas gentes cultas, unas con fe, otras sin fe, otros ateos, otros no ateos, no creyentes, no católicos, budistas…, ¡quién sabe!, les podemos preguntar quién es Cristo, pero a gente culta que no se metan en tonterías de decir que a lo mejor Cristo no existió, ¡qué bobada!, eso está más que probado hoy día así como la veracidad de los evangelios; o sea, gente culta, ¿Qué dirían? Pues mira, unos que fue realmente una gran persona, una persona genial que, sin tener ningún título universitario e hijo de gente artesana de obreros, hizo la revolución máxima de la historia, dando los valores éticos más sublimes, que ha inspirado a tanta multitud de millones y millones a lo largo de la historia, y hoy día todavía llena el mundo, ¡qué tremendo!, una gran persona, genial. Otros pueden decir como dicen los árabes: sólo Dios, sólo Alá, y Mahoma su profeta. Y Jesús fue un profeta importante, lo reconocen como un profeta importante. Otros pueden decir que realmente no sólo genial, era una persona tocada del dedo de Dios, inspirada realmente. Los judíos pueden decir: sí, era un profeta, pero un profeta como Lefebvre, que se marchó del judaísmo y montó la Iglesia por su cuenta, sí, sí, una gran persona, profeta, pero herético del judaísmo.
Y vosotros, ¿Quién decís que es Cristo? Supongo que todos los que estamos aquí decimos con fe, como Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, de Dios vivo, el Verbo hecho carne, la segunda persona de la Santísima Trinidad hecha carne, el Hijo de Dios vivo. Por eso estamos aquí, si no fuera por eso estaríamos, yo qué sé, haciendo otras cosas, otra profesión, otras actividades, otras cosas.
Y qué responde Jesús a Pedro, además de hacer esta balanza: esto, si lo dices Tú y lo decimos nosotros, no es sólo con nuestra fuerzas, con nuestras fuerzas no pasaríamos de decir que es un hombre genial, y si uno es un poco creyente, decir que está tocado por un dedo de Dios; pero si afirmamos eso es porque Dios nos ayuda, Dios nos ha dado el don de la fe, que es un don, un regalo, un don de la fe. Dios no niega a nadie ese don, ciertamente, pero a veces uno se cierra al don; pero si tenemos fe es un don, no es fruto de nuestra fuerza; es triste que la única fuerza que tenemos es para cerrarnos al don, pero podremos alcanzarlo, se nos ha de dar.
Bien, entonces, si tenemos este don y bien guardado como la perla más preciosa, el tesoro más preciado que podemos tener y lo guardamos con cuidado para que no se nos estropee ni lo perdamos… Cristo le dice a Pedro y nos lo dice a nosotros todos: sobre esta piedra edificaré la Iglesia –todos somos piedras de la Iglesia, él es la fundamental, pero todos somos piedras de la Iglesia–, y el poder del infierno no la derrotará. Pensad que la palabra Iglesia, que nos parece como una palabra mágica dicha en un idioma raro, pero ¿Qué quiere decir Iglesia?, quiere decir comunidad; o sea, nosotros somos piedras vivas de la comunidad que formamos en la Casa, en las Claraeulalias, en la diócesis de Barcelona, la comunidad de cristianos alrededor de Roma. Somos comunidad cívica porque vivimos en Barcelona, somos barceloneses, formamos parte de muchas comunidades, y especialmente en la comunidad del Reino de Cristo piedras vivas de la comunidad, que a veces diciendo una palabra extranjera, en vez de darnos cuenta de que es eso, la comunidad, al decir una palabra rara, parece que sea una abstracción de la realidad, y que esa abstracción la ponemos allí, la idolatramos y la hacemos un ídolo, y ya es una cosa separada de nosotros, la Iglesia. Pues no, la Iglesia somos nosotros, somos la comunidad, que es lo que quiere decir, piedras vivas de esa comunidad; y el infierno no derrotará esta comunidad. Te daré las llaves del Reino de los Cielos. Claro, porque si esa comunidad es el Reino de los Cielos, pues toda casa tiene una puerta y una llave, y esta comunidad también. Lo que ates atado queda, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo. Atar y desatar en el reino de los Cielos es amar, es decir, que queda atado todo aquello que ama y todos aquéllos que aman de verdad con rectitud, con generosidad, sin egoísmo, sin interés y sin vanagloria. Y en cambio queda desatado y se pierde y se va agua abajo por el río todo lo que no es amor, lo que no es humildad, lo que no es lealtad, lo que no es generosidad, lo que no es fidelidad…, todo eso se lo lleva el río; las ciudades tienen su cloaca, el Reino de Dios tiene su río por donde se va, se pierde toda esta agua de los que sencillamente no quieren amar.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 29 de Junio de 1988 en Barcelona