Efectivamente su intercesión se ha notado de muchas maneras en las ordenaciones. Lo hemos recordado en la misa. Y coincide esta fiesta suya, es su santo, con san Columbano, este patrón para este proyecto que ya lleva 24 años. Este deseo de hacer nosotros también nuestro pequeño monasterio en la mar. También por tierras adentro. Los primitivos cristianos muchas veces salían al desierto para estar más en soledad y silencio a la par de su vida cristiana. Y naturalmente se convertían en focos organizados, y mucha gente iba a verlos.
El mar es como ese desierto que rodea Europa. Adentrarnos en el mar es hacer un servicio a Europa, es hacer un servicio a los continentes. Plantar allí un reducto de soledad y silencio, de contemplación de Dios. Pero no es necesario que la gente vaya después allí a rezar, a oír a los fieles que están dedicados a esta tarea, sino que aquel barco, que es móvil, de puerto en puerto, puede ir a llevarles este testimonio, este perfume a las mismas gentes sin necesidad de que se muevan de su sitio.
Si pensamos en la obra terrestre del Columbano, que tanto nos mueve, puede ser así, lugares de soledad y silencio, que caminen como con las arterias de un cuerpo, que son las autopistas, las carreteras, a dar oxígeno espiritual a todas las células que están junto a esta urdimbre de camino de comunicaciones.
En todo ese tiempo la historia camina, y cuando nosotros soñábamos esto, no existían esos proyectos que os decía yo que son realidades. Uno, con un barco grande de nuestros hermanos separados, protestantes, evangélicos que, con bibliotecas, con personas muy especializadas, con capitán y marinos, dan la vuelta al mundo – en Barcelona ya es la tercera vez que arrancaban – y, cuánta gente va a visitar este barco, cuánta gente tiene ocasión de hojear libros cristianos bíblicos, y allí se celebran conferencias. Pues si los hermanos separados han sido capaces de hacer esto, hay que buscar para que también un día – quién sabe -, de la mano de Clemente – que no es baldío que Clemente celebre su santo el día de san Columbano -, éste tiene que intervenir. Por eso se lo vamos a pedir. Y otro proyecto que se ha realizado es que, con otro barco grande, el “Sister”, con motivo de este Encuentro con América, el milenario, muchos profesores con no sé si mil o mil quinientos alumnos, han hecho la travesía de cruzar el Atlántico, llegar a América – Santo Domingo -, y han aprovechado esa larga singladura para realizar cursos de historia, cursos de geografía, etc., sobre lo que significó todo este encuentro de dos continentes, este encuentro de dos culturas, etc.
Bueno, pues también este proyecto absolutamente laico y patrocinado por las cajas de ahorros, y ese otro cristiano de hermanos separados, son dos proyectos que demuestran que esto es posible hacerlo, que nuestro sueño del Columbano, de un lugar en el mar en un barco que sea sitio de oración, de silencio para los que están y para los que quieran ir, es posible, porque ahí están realizándose estos proyectos, ¡bendito sea!
Ahora, que san Clemente haga que esas dos vertientes del Columbano un día – aunque quizá yo no lo veré -, un día además de ser posibles, sean una realidad.
Alfredo Rubio de Castarlenas
Homilía de 1985