Supongo que este Alguien te ha traído

a donde estás ahora

para mi bien.

Mas hoy

sólo te veo a ti y a ti te hablo.

Porque nadie puede saber

lo que es el verdadero

y primigenio gozo de existir

mientras desnudo

no corre de tu mano

–gritando,

cantando–

por campos y praderas,

o juega al escondite

contigo por los bosques

o nada como un pez entre los peces,

persiguiendo, riendo, tu reflejo

por los ríos y el mar.

 

Amándote

es como fui aprendiendo a amar

a la otra gente

y a otros seres y cosas

que están fuera de mí,

pues al chocar tu luz con todos ellos

los reconozco como hermanos.

 

Oh, Sol amigo de Francisco.

Yo no quería

dejar bien claro de decirte

gracias sí, gracias, antes de morirme.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

   

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