… se sienta en el timón y va dando golpes de timón para compensar esos zigzags… Lo hace de muchas maneras, pero una manera, no cabe duda, es en la permisión de la muerte de las personas. Si una persona no muere y sigue viviendo, pues su vida influye y las otras van de una manera; si muere en un determinado momento, las cosas cambian y van por otro rumbo. Entonces descubrir esto, que Dios, que no se comprometido a darnos la muerte en un momento u otro, dicen los Evangelios, nunca lo sabemos, no interfiere en la libertad, pero nos la ha conservado Él. Saber esto da una gran paz, saber que nuestra muerte, si la aceptamos con gozo, además estamos colaborando con Dios para esos golpes de timón de llevar la historia a su fin bueno.

 

Vicente, en este abandono, esta sintonía, en este abandono en manos de Dios, seguro que él en ese momento de la muerte supo dejarse mover por Cristo para dar un golpe de timón a la historia. Eso consuela también. Su actitud ante la muerte, que no fue en ese momento, que no sabemos, pero sí que a lo largo de su vida lo podíamos intuir y palpar, no sólo la alegría de morir: tengo que morir, evidente, eso quiere decir que existo, porque en este mundo los únicos que no mueren son los que no existen. ¡Qué gozo que Dios haya permitido nuestra existencia en este mundo tan hermoso, obra suya, es bueno! El peligro incluso en la situación de pecado en que nos encontramos, incluso en esta situación: no juzguéis y no seréis juzgados. Recordamos aquella escena de la adúltera, lo que les dice a aquéllos que le iban a condenar: el que esté libre de culpa que tira la primera piedra. Y se fueron. Y nosotros a veces pensamos: ¡qué desgraciados¡, ¡cómo querían cebarse en aquella mujer! Pero ¡si han sido nuestro ejemplo, si son personas ésas que se fueron que nos dan ejemplo a nosotros de que le queremos imitar que no podemos juzgar!

 

Vicente nos dio este soberano ejemplo de esta serenidad con todo el mundo ante la muerte, no fue su único momento voluble aquél en el que murió, poco antes había tenido otro grave accidente. ¡Qué paz, qué sosiego, qué sintonía con Dios y que abandono en él! Estamos seguros, pues, que Vicente, abandonado en Dios, ha llegado a ese puerto final, ha desembarcado en esa tierra firme, en esa tierra de un nuevo Cielo, de una nueva tierra. Para los que le conocimos, realmente Vicente es un ejemplo.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 3 de Junio de 1989 en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Salamanca

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