Los evangelios los leemos más, los pensamos más, los tenemos más presentes… Pero a veces, no conocemos tanto las cartas de los apóstoles, o los hechos. Y en la misa de hoy nos ponen, en este ciclo B, la carta de S. Juan. Yo querría meditarla un momento con vosotros: Primera Carta; capítulo 3,18.

 

Que dice así: “Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad”. En esta primera frase de la carta, es muy hermoso cómo S. Juan, estando ya mayor cuando le escribe, llama con este nombre tan íntimo, tan familiar y tan lleno de ternura, de cariño, “hijos”, “hijos míos”. El que S. Juan llame con esta palabra a estos fieles suyos, que no son hijos de su carne, nos lleva de la mano a recordar que realmente Cristo nos ha hecho renacer, volver a nacer; se lo dice a Nicodemo, “tienes que volver a nacer”, y éste le dice: “¡Cómo! ¿Tengo que volver a entrar en el vientre de mi madre?” Hay que renacer de otra manera. Y entonces, Cristo, que nos hace renacer de otra manera, es el verdadero padre nuestro, como S. Juan de sus discípulos, a los que había bautizado y formado e introducido en el reino de Dios. “Hijos míos” …

     

Y esto, lo que quería deciros (que por eso me pone el micrófono JM) es algo que ahora se está descubriendo con gran sorpresa por parte de todos los científicos. Y es que muchas veces nosotros, mucha gente, tiene la idea de que cuando uno es niño pues es el paraíso terrenal, y mucho más en el vientre de la madre: aquello era la situación ideal, estábamos protegidos, estábamos completados en todas nuestras necesidades por el cordón umbilical, éramos llevados de un lugar a otro sin esfuerzo por nuestra parte, estábamos envueltos en ternura maternal, estábamos defendidos contra  todo lo que nos pudiera ofender o hacer daño…y aquello era una situación. Y esta situación muchas veces la recordamos con nostalgia; mucha gente, toda su vida, quiere hacerse pequeña, quiere refugiarse, quiere estar casi en situación como cuando era un feto dentro del vientre de su madre, encerrado y protegido de que nada lo pueda atacar, solucionadas todas las necesidades de uno, dejándose llevar para allá, para acá y sin más. Hay una cierta nostalgia, como si aquello fuera una situación paradisíaca.

 

Y hete aquí, que los científicos de hoy en día, los psicólogos, los médicos, los biólogos, y todos, están encontrando que aquella situación en el seno de nuestras respectivas madres era verdaderamente una tortura. El feto primero va cobrando sensación de sí mismo y tiene una gran angustia existencial porque existe y ni sabe lo que es y ni sabe para qué existe; se siente que existe. Y si existe… que va creciendo, y va creciendo teniendo que – al crecer – hacer fuerza para dilatar las paredes que le atenazan, hacerse campo, y es un esfuerzo continuo; y da patadas, da patadas para poderse mover, porqué está aprisionado. Y creemos nosotros que el feto no era nada, y resulta que el feto a partir de las ocho semanas tiene ya un oído que ya va percibiendo. ¡Y claro! Unos ruidos que le atontan, que le adormecen, porque las paredes de aquí transmiten. A veces, no sé si habéis hecho la prueba de estar en la bañera y con la cabeza dentro o una oreja dentro …hace daño porqué justo el líquido transmite y multiplica. Claro, en un oído tan tierno, los ruidos pasan a través del agua… Es que el pobre está todo el día oyendo ruidos horribles que le atormentan el oído. Si ponéis una bombilla aquí detrás, veis que la oreja es transparente; si ponéis una bombilla aquí se ve la luz…La luz entra a través de las paredes de la madre, y para aquellos ojos tan tiernos las luces le molestan. Y luego el caminar, el bamboleo de la madre, que va, que se agacha, que sube escaleras…Que la madre se fatiga, con lo cual entonces la madre absorbe el oxígeno que necesita ella y deja sin oxígeno al feto. La madre que fuma, que cada cigarrillo es un tormento para el niño porqué se asfixia; y ya tiene un reflejo condicionado: cuando oye el “clic” del encendedor sabe que a los dos minutos ya se está asfixiando el pobre allí, y no puede respirar porque tragan agua; y entonces, nada más cuando oye el “clic”  ya se pone nervioso y ya empieza el cerebro a funcionar con angustia…; aunque no fume, al oír el “clic”, ya se desespera. Y luego, la mujer que toma alcohol, la mujer que hace eso…, todo le va para él, no se puede defender, está – pobrecito – indefenso frente a todas las barbaridades que puede hacer la madre, por falta, no con mala fe, pero sí por falta de formación. Las angustias psicológicas de la madre…, si se ve cansada, si se ve no amada, si se ve angustiada en la vida, si se ve tal, entonces esto provoca unas hormonas, una sustancia, que el niño las recibe y producen en él el mismo efecto de angustia o de miedo o de tal, que siente la madre, porque tiene las mismas hormonas que producen estas emociones. Es una tortura.

 

Y luego, no digamos el parto. Que entonces tiene que salir por un conducto estrecho, que no le cabe la cabeza. Imaginaros si a nosotros nos hicieran salir de la cárcel a la fuerza: sacamos un brazo y no podemos sacar la cabeza, que eso dura y nos asfixia… ¡horrible! Bien. Después hay mujeres que están bien formadas, más o menos; pero la mayoría de las mujeres: unas que son de pelvis estrecha, las otras que están un poco torcidas, las otras que por culpa de los zapatos tienen la columna vertebral distorsionada, las pobres.

 

Freud, como sabéis vosotros, decía que todas las neurosis que las gentes tenemos, provienen de experiencias en nuestros años infantiles. Todas las neurosis, decía él, proviene de que, si el padre le ha pegado, de si se ve poco amado, de si se siente solo, de que, si pone el cariño en la madre o en el padre, – es decir: todo en los celos del primogénito…Bien. Es verdad. Pero lo que se ha descubierto ahora: no, no, no…Las neurosis vienen de mucho antes. Las neurosis vienen desde el embarazo, desde que el niño está en el vientre de su madre. Y estas cosas que he explicado, y otras muchas, le producen a él trastornos.

 

Claro; de ahí el primogénito es el que cuesta más de parir a una mujer que pare por primera vez, es el que tiene que abrirse paso a través de la vulva que todavía no está dilatada. En cambio, los hijos del cuarto o el quinto, ésos nacen mucho más fácil porque se dilata la madre…

 

Yo soy primogénito. Yo me acuerdo que desde pequeño (ya os lo he contado alguna vez), aquellos trajes de marinero que eran muy ceñidos, con cuerdecitas, o a lo mejor ponían un lacito, y con manga larga; y entonces había que meter un brazo, luego había que meter el otro, y luego estaba así, y luego aquello bajaba, bajaba y sacabas la cabeza por el agujero, pero hasta que no sacabas la cabeza por el agujero pasaba todo un trecho estrecho…A mí, es que me cogía un llanto, yo me ahogaba…, yo tenía una claustrofobia impresionante. ¿De qué me vino? De la angustia que yo pasaría para nacer por aquella cosa estrecha, de la vulva de mi madre, que yo era el primogénito y tenía que abrir. Y, desde luego, por Dios, pensándolo fríamente, por Dios, no te vas a ahogar allí; aunque tengas la ropa aquí, respiras y no pasa nada, y con un tironcito se te saca, y con un tironcito para abajo sacas la cabeza. ¿De qué me desespero? Mira, es que aquello me ponía al rojo vivo el recuerdo angustiante de mi nacimiento.

 

Las claustrofobias que tienen Catalina y Juan, que eran gemelos. ¡Imagínate! Si una persona ya está allí apretada, fíjate tú dos apretados allá…, es que bajan al metro y se angustian; o se meten en un ascensor …, como yo en el traje de marinero.

 

Todos nuestros trastornos psicológicos, de neurosis, vienen no sólo de pequeños – también de pequeños, o los de pequeños aumentan todavía los que traemos de antes-, nacen de este embarazo.

 

Trasladando esto a este otro segundo nacimiento: el reino de Dios. Por eso, la matriz, que es la Iglesia, pues también la matriz, la Iglesia del reino de Dios, que es nuestra madre, es nuestro paraíso, en donde nacemos, pues ese seno estrecho de la Iglesia, ¡cuántas angustias no da también, cuántas neurosis originan los cristianos; el seno es estrecho, a veces, de la Iglesia inquisitorial; que la Iglesia “fuma” con leyes, o sea, que pone leyes, que se mueve, que es estrecho, que no nos deja mover, que damos patadas para poder respirar un poco…Realmente nuestra permanencia en el seno de la Iglesia – necesaria, como es necesario estar en el seno de la madre para nacer, mientras no se invente otra cosa – pues también, no cabe duda, de que produce muchas neurosis en el reino de Dios, es decir, muchas neurosis en los cristianos.

 

Y Jesús… No olvidemos que fue el primogénito; le costó mucho abrir la puerta de esta iglesia para nacer, que es la cruz. Y todos los cristianos vamos a nacer a través de la cruz y no sin sufrimiento; ciertamente, no con tanto sufrimiento ya como el que tuvo que pasar él, que era el primogénito. Esta imagen nos ha de dar cuenta para percibir nuestra situación en la Iglesia; desear entonces nacer a través del portillo ya más ensanchado, para nosotros, por el sacrificio de Cristo, que lo tuvo que abrir con verdadera angustia y muerte para pasar el reino de Dios. Y cuanto más entendamos eso, podremos nacer al reino de Dios con menos neurosis, sí, porque somos capaces de detectarlas en, en este sentido.

 

San Juan, pues, decía “hijitos míos”, y es muy verdad porque nacemos no sin angustias también, no sin un parto difícil de cruz también…, pero que podamos nacer y seamos cada vez más normales. Para ser normales en el reino de Dios, hijitos míos – como dice San Juan – dice que vuestro amor, ese mandamiento único de Jesús de amarnos como él nos amó, dice que no amemos de palabra y de boca sino con obras y según la verdad”. Es decir, “yo sí, yo te amo mucho” …, mira, palabras… no de boca. De boca quiere decir de mentirijillas, frívolamente, veleidosamente… no, no…, de verdad, de verdad.

     

Sigue: “Y en esto conoceremos que somos de Cristo y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Dios” – y él lo conoce todo. Dice: “Queridos, si la conciencia no os condena – porque amamos de verdad y con obras -, tenemos plena confianza ante Dios y cuanto pidamos lo recibiremos de Él, porque guardamos los mandamientos y hacemos lo que le agrada”. Y este es su mandamiento, en singular, no son los mandamientos de la Ley de Dios, que eran tantos. No, ese es su mandamiento: que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo y porque creemos ponemos en obra lo que él nos manda…” Que nos amemos unos a otros como él nos amó”. Bien.

 

      En este misal no está una cosa que está en el misal de Tante, muy bonito…pero más o menos lo recuerdo:

¿Cuál es la misión de estos hijos nacidos de este seno de la Iglesia, paridos al reino de Dios a través de la cruz?: amarnos. Y amar es servicio. Y servir a los que tienen necesidad de nuestro servicio. Dentro del reino de Dios los hermanos nos hemos de querer unos a otros, nos hemos de servir mutuamente…Y hemos de dar luz, en ese sentido, de que la gente de fuera diga: “¡cómo se aman éstos, cómo se sirven los unos a los otros…”

 

En este mundo material, la gente cree que servir es cosa de esclavos. Y cuanto más dinero se tiene, más poder, se tiene más servidores. Y el que tiene el poder del dinero, pues no sirve a nadie. No, no, en el reino de Dios no es así. En el reino de Dios, el que quiere ser el primero es el último, es decir, es el que es más servidor de todos; el gozo está en servirnos mutuamente, de amarnos mutuamente todos… que no hay ni primero ni último ni servidores ni servidos, sino que todos somos a la vez servidos y todos somos servidores. Ese es el reino de Dios, este es nuestro honor.

 

Bien, dicho esto, lo que yo quería añadir es: y la Iglesia como tal, el conjunto de hermanos como tales en el reino de Dios, además de servirnos mutuamente estamos para servir a los demás. Es decir, a los paganos, a los gentiles, a los increyentes, a los que no nos aman, a los que quizás ni siquiera nos conocen. ¡Y cuánta necesidad tienen de ser servidos! La Iglesia es servidora del mundo. La iglesia no es como el mundo. Si fuera como el mundo, pues no arreglaría nada… Si yo me convierto en un leproso entre los leprosos, yo puedo servir a los leprosos si no soy leproso, y soy médico y voy allí y estoy lleno de salud y de energía para poder desvendar, curar, atender, transportar, “pim-pam-pum”. La Iglesia no es ser mundo, la Iglesia es el reino de Dios, es este trocito de paraíso en el mundo porque nos amamos. Pero eso ha de ser motor, precisamente, para ir al mundo y servir al mundo, en todo lo que a ellos podamos hacer y ellos se dejen; pero nuestra misión es servir al mundo, servir a los demás que tienen otras religiones, servir a los ateos, servir a los paganos, servir, servir… Lo único necesario es que se dejen amar; pero si se dejan amar, si se dejan servir, ¡bendito sea Dios! Este es nuestro quehacer, y este es nuestro testimonio; y esto es amarlos con obras – obras de servicio y de verdad -, no diciendo, “¡oh! Sí, os amamos mucho…” de boca y de palabra, de mentirijillas… No, es con obras y de verdad: servir al mundo. ¿Cuál es el papel de la Iglesia, cual es el papel de los cristianos?: servir al mundo. Y solo así el mundo puede salvarse. Solo así, seremos, para terminar, haciendo referencia al evangelio – ,sólo así seremos sarmientos vivos, unidos a la cepa de Cristo, que murió para salvar el mundo, sólo así podremos dar racimos ubérrimos de vino de calidad, y sólo así crecerá esta misma vid porque sólo así se irán convirtiendo la gente, también, y entrando en el reino de Dios y haciendo que esta parra sea muy fecunda y grande para que dé sombra apacible a toda la humanidad (siendo una parra, el sarmiento no es ningún árbol).

 

Las cosas cobran un interés especial cuando uno, además de verlas, resulta que le entran dentro. Esto me ha pasado a mí esta tarde. Siempre uno se mueve fácilmente por decir:” Bueno; vamos a misiones, vamos a hacer apostolados…; a convencer a la gente, a que se convierta la gente y entonces entren a ser uno más en el reino de Dios, uno más de la familia y entonces aquí, nos amaremos y nos serviremos los unos a los otros…”

 

Fijaros, es una revolución copernicana…, decir: “yo salgo. ¿Y a qué salgo? No a convencer, no a conquistar…salgo a servirles, al mundo, a servir a esta gente; y así será el camino eficaz y verdadero para que se conviertan, cuando quieran, cuando reciban el don de la fe, que no se lo voy a dar yo, sino que lo da Dios… ¡y ya vendrán! Mi misión no es ir a convencerles, mi misión es ir a servirles. Y esto, visto…sí; oído…sí; pero lo importante, es que eso, además, nos entre dentro y nos cambie por dentro y haga que actuemos en adelante de una manera diferente a como hemos venido haciéndolo – al menos yo – hasta ahora.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

Homilía de 5 de Septiembre de 1982 en General Vives, Barcelona

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