Prov 21, 1 – 6, 10 -13; Lc 8, 19 – 21

 

Vemos en este evangelio cómo Jesús considera a María y a sus familiares como madre y hermanos suyos. También vemos cómo por supuesto la Virgen María y al menos algunos de sus hermanos, de sus primos hermanos, pusieron en práctica su palabra, porque Santiago, primo hermano del Señor, murió dando su sangre también por Cristo. 

Ahora, no nos pongamos demasiado contentos enseguida porque Él dice: “los que escuchan la palabra de Dios.” Hasta aquí podíamos estar muy contentos, porque ¡la oímos tantas veces! Pero es que añade: “Y la ponen en práctica.” Esto es muy importante, no sólo es oír la palabra del Señor sino que la ponen en práctica. Aquí la cosa empezaría a ponerse un poco más negra, porque ¿la ponemos en práctica de verdad?. Si la ponemos en práctica, ¡qué alegría!, Él nos considera hermanos suyos, ¡qué hermoso!  

 

En la lectura de hoy de los Proverbios, nos propone una enseñanza de cómo hay que ponerla en práctica y bien está que si la Iglesia nos pone esa lectura para meditarla, la meditemos: “Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita.” Si alguien te pide un favor tienes obligación de hacerlo. Si tú debes cinco pesos a una persona y viene y te dice: oye, me dijiste que me los devolverías, yo los necesito ahora, por favor devuélvemelos. Está en su derecho y eso no es un favor. Pedir un favor es algo en que el que pide una cosa que para él es buena, es necesaria, es conveniente, pero la pide porque cree que nosotros, si queremos, sin ninguna obligación, por pura caridad y por puro amor, se lo podemos hacer. Invoca nuestra bondad, nuestra generosidad, confía en nosotros – por eso nos viene a pedir- y sabe que no es una obligación, que no es ninguna exigencia por su parte, no puede exigir, nos pide por favor que le hagamos este don, lo que sea. Aquí vemos lo que es el cumplir la palabra de Dios: “no niegues un favor a quien lo necesita – naturalmente añade una cosa para aclarar -, si está en tu mano hacérselo.” Porque claro, si viene alguien, nos pide un favor, pero es algo absolutamente imposible que nosotros se lo podamos hacer. Hay que decirle: recurre a otra persona que te pueda hacer este favor, porque ya ves, yo, imposible. Si viene alguien y me dice: dame un millón de pesos, pues hijo mío imposible. Ahora, si nos dicen: necesito comer esta noche, no tengo nada, dame cinco pesos. Bueno, buscaremos y entre todos seguro que podemos hacerlo. O sea, nunca neguemos un favor a quien nos lo pida si está en nuestra mano hacerlo.  

Luego dice: “si tienes, no digas al prójimo: “Anda, vete; mañana te lo daré.” No digas: mire, venga mañana y ya se lo daré. Si no lo tenemos y hay que buscarlo y hasta mañana no podemos encontrarlo, lógico, pero si lo tenemos y se los podemos dar y lo necesita para cenar, pues démoselo hoy, no esperemos a mañana, ¿qué ganamos esperando a mañana? Es igual darlos mañana que hoy, y a este hombre quizá le hace un gran bien que sea hoy y no mañana. ¿De qué sirve esperar a mañana para hacerlo? 

 

“No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiando en ti.” O sea, aprovechar que éste está confiado en mí para hacer un plan perverso. Como está confiado en mí, si tiene que salir de casa y me trae un dinero que tiene para que yo se lo guarde porque confía en mí, pues me aprovecho de esta confianza y ahora me lo gasto en cosas que son para mí. No puedo hacer este plan perverso, ¡qué ofensa aprovecharme de alguien para hacerle un mal, qué terrible es eso! En el caso de muchos políticos, éstos que son elegidos por el pueblo, confían en ellos y cuántas veces, una vez en el poder, se aprovechan de este poder para explotar a los mismos que les han elegido con planes explotadores. 

 

“No pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño.” Si alguien te ha hecho daño, habrá que pensar que cabe la defensa. Bien, pero ahora no se habla de esta cuestión. Sí hay que poner la otra mejilla aunque te hayan dado en una de ellas. No se trata de esto sino de no buscar pelea con alguien que no te ha hecho ningún daño y cuánta gente busca pelea con quien no ha hecho ningún daño, por el puro afán de pelear, por el puro afán de apropiarse de lo del otro, etc. Pues no hay que buscar pelea con quien no nos ha hecho ningún daño. 

 

“No envidies al violento, ni sigas su camino.” El desalmado, el violento, es el que no tiene alma, o sea que le importa poco el obrar bien u obrar mal, obrar como quiere, a su provecho y a su interés. No, no hay que envidiarle si con esos procedimientos se vuelve rico, por ejemplo, o poderoso, ¡desgraciado él!, ni hay que envidiarle ni hay que imitar su conducta porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los honrados. Claro, si somos dignos de que los demás nos tengan confianza, es como nos hacemos dignos de que Dios tenga confianza en nosotros. 

 

“El Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del justo; se burla de los burlones.” O sea que hay que ser justos y no hay que burlarse. Una cosa es el humor; el humor sí. Tratar las cosas con humor es bueno porque es reírnos de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y, bien, como no somos dioses hacemos muchas cosas dignas de mirarlas con humor, con buen humor. ¿Burlarse?, no, ¿burlarse de los demás?, ya no, porque eso ya no es buen humor; eso es herir a los demás, es despreciarles, menospreciarles, burlarse. Si uno se burla del otro, Dios se burla de nosotros.  

 

“Concede su favor a los humildes.” Es que el que se burla se cree superior y por eso se burla del otro, y Dios se burla de uno. O sea, ¡qué desgraciado, si es como la hierba del campo que hoy es y mañana no! En cambio el que trata con bondad a los demás porque es humilde, pues Dios también trata con bondad.  

 

“Otorga honores a los sabios y reserva el baldón para los necios.” En el padrenuestro nos dirá Jesús: perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Con lo cual aquí está encerrada una regla de ser omnipotentes, de poderlo todo nosotros. ¿Cómo es eso? Si yo quiero que Dios haga una cosa, pues es muy fácil; yo hago está cosa a los demás y Dios me la hará a mí, ¡muy fácil! Claro está que como yo no quiero nunca que Dios me haga nunca algo malo, pues no tengo que hacer nunca nada malo a los demás, porque si lo hago, Dios me abandonará. ¡No! Yo hago cosas buenas a los otros y así seguro que Dios hará cosas buenas conmigo. Si las hago malas, como burlarme, Dios se burlará, pero si trato con bondad, Dios me tratará con bondad. Tal hacemos, tal encontraremos, dice un refrán, y es verdad. 

 

Pues bien, sabiendo estos ejemplos de los Proverbios y elevándolos a la regla general, es como cumpliremos eso de Jesús que nos decía hoy: no sólo oíd su palabra, sino humildemente y de todo corazón también ponedla en práctica. 

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas 

 

Homilía del Martes 20 de septiembre de 1988 en  Santo Domingo (República Dominicana)

Del libro «Homilías. Vol. II 1982-1995», publicado por Edimurtra 

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