Señor Director: Me animo a dirigirme a usted sobre un tema de total vigencia: sobre la Influencia. Influir o dejarse influir es como una enfermedad -nada leve- de la libertad.

A primera vista, puede ser como una gripe, incómoda; pero, en apariencia, no mortal. Y sin embargo, puede ir carcomiendo y agotando irreversiblemente al ser humano. Toda influencia, metiéndose dentro de uno, rebaja nuestra plena libertad. Entonces, nuestras acciones no alcanzarán la categoría de acto humanos, pues éstos han de ser lúcidos y libres.

Este otro fluir distinto que llega de otra fuente, si se mezclase en nosotros, alienaría nuestra identidad y disminuiría la autenticidad de nuestra libertad. Y cuántas veces, además, incluso la contaminan.

Todos tenemos que obrar de acuerdo con aquello que pensamos como bueno. Hacerlo así constituye un doble ejemplo: primero, el de ser uno coherente entre el pensar y el obrar: y luego, el que proponemos como proyecto de vida, pero sin imponerlo, respetando la libertad del otro, para que pueda ser, a la vez coherente consigo mismo. Mucho menos he de querer meterme, subrepticiamente, dentro de su propia voluntad. A lo más se puede aconsejar. Si el curso de mi vida es bueno, ya se convencerán de ello, lo asimilarán y lo harán suyo. Y podrán tener -si no les falla la voluntad por vicio o por inercia- una nueva actuación que será de nuevo coherente. Toda opción nuestra tiene unos límites, y aquí el límite es el de respetar a los demás, como yo deseo que me respeten.

Y cuántas gentes, por todos los medios, nos quieran manipular. Dentro mismo de nuestras familias, unos miembros sobre otros. Todos queriendo que los demás piensen o hagan según nuestra voluntad, y casi siempre según nuestra conveniencia.

Esto mismo ocurre en todos los cuerpos intermedios de la sociedad. En el trabajo o en el mundo de la cultura; modas, partidos políticos, tan de moda en estos tiempos de campañas.

Nos engañan, nos sugestionan, nos encandilan. Todo medio les parece lícito y aceptable si así nos influyen para sus respectivos objetivos e intereses. Todo esto se paga caro, pues aunque no se den cuenta, ellos mismos a su vez son influidos por muchas reacciones de los mismos a quienes se quería influir. Incluso las escuelas son, frecuentemente, fábricas de ciudadanos del modelo que en cada sexenio los gobiernos creen mejor para sus proyectos.

¡Proporcionemos la salud a la libertad! Curémosla de los diversos virus de las influencias que la debilitan y la robotizan. De tal modo que, aunque parezca que seguimos teniendo inteligencia, ésta es como lo que llaman inteligencia artificial: es decir programada por otros. Y secándonos además, el corazón para darse y amar.

Algunos quieren influir, quizás de buena fe, y lo justifican a veces diciendo que lo hacen para nuestro bien… ¿Qué bien?… Nunca se pueden utilizar medios malos para lograr un buen fin. Este sería, aun alcanzándolo a costa de dejar uno de ser plenamente humano.

Influir señor Director, sería como prostituir el bien, pues se ha prostituido primero -dominándola o recortándola- la misma libertad.

Alfredo Rubio de Castarlenas

Publicado en:
Foro Excelsior, 26 agosto 1991.

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