¡VIAJAR… VIAJAR!

 

¡Viajar… viajar!

Andar por caminos ¿a dónde?

¡qué importa el punto!

Yo, ¡como no! lo justifico.

Pero ¡qué más nos da!

Viajar… viajar;

quizá por el placer

de dejar una estela

al menos en el mundo,

en vez de un hoyo

–con forma de pies– en la tierra.

Viajar para no saber

dónde habremos de morirnos.

Viajar para ver distintas gentes

y así tener

muy pocas cosas que decirles

–quizá siempre lo mismo–

y acaso en cambio

mucho que preguntarles.

Llenar el zurrón de nuestro cerebro

de paisajes distintos

y de nuevos decires

y más lejanas lejanías.

Pero ¿por qué?

¿No basta nuestro río,

los mismos peces

el mismo árbol

idénticos vecinos?

No… No sé. No sé nada.

Sólo que más de media vida

se me ha huido viajando

por cuatro continentes

y mucho cielo

y mucho mar.

Y ahora

como quien juega a los dados con Dios

no sé si caminar… seguir

o quedar mirando

el agua de mi río

de “Sant Josep del Molí”.

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

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