Camino llevando mi muerte a cuestas
como si fuera una maleta
o una medalla sobre el pecho
o un puñal muy dentro.
Camino saludando y sonriendo
mientras la oculto
como a un cubo de basura
que no fuera elegante que se viera.
Camino con mi muerte a cuestas
que me cansa, me dobla y me detiene.
Un día me sentaré en el borde de la acera,
me deslizaré junto a una farola encendida
que en la mirada turbia me parecerá un estrella.
La gente creerá que estoy borracho
ya al filo del anochecer.
Y pasará de prisa, de largo.
Y Tú, sorteando los coches, sobre el lluvioso asfalto,
vendrás a buscarme ¡oh, mi buen amigo!
mi Cristo esperado!
para llevarme, mientras conversamos, a Tu Luz, a Tu Calle,
al fin! a Tu Casa!
(Y en la madrugada, la gente
creerá -¡qué tonta!-
que me quedé dormido
bajo la lluvia mansa.)
A Juan Miguel.
Alfredo Rubio de Castarlenas