Tajo VI

 

Soneto

 

La simple y blanca flor de los espinos

siendo hermosa ¡qué poco tiempo dura!

En la Claroeulalienca andadura

nos acompaña fiel por los caminos.

 

Con ellas, otra vez los peregrinos

de nuevo vemos tu alta empuñadura,

Río Tajo. Mas ya nada madura

tu fuente con vacío cauce. Dinos:

 

¿Acaso reservaste tu postrera

agua para poder nosotros verla

felices de llegar hasta tu nido?

 

Pena nos das tan seco en tu ribera

¡tu ausente agua sin poder beberla!

Sólo el espino sigue florecido.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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