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Soneto
¡Oh Cuerpo mío, ya no tan benigno!
Hoy viejo pero hermoso todavía.
Mejor así, pues a la muerte un día
no daré algo demasiado indigno.
Jesucristo en la Cruz es el más digno
y bello de los hombres que habría
desde el primer Adán. Ni en su agonía
pudo desbaratarlo el ruin Maligno.
Isaías le vio como un gusano;
mas, gusano de luz bien esplendente:
¡un astro en cada pie y en cada mano!
y ríos de rubíes en su frente,
mientras su pecho abierto era el vano
para entrar a gozarle eternamente.
Alfredo Rubio de Castarlenas