FiiT +
Alfredo.- Ese soneto lo he escrito en el coche camino de Salamanca a 16 de agosto. Ahora estamos junto al río, en su ribera, descansando un rato antes de llegar a Salamanca, y lo leo. Pero querría hacer una aclaración, y es ésa, que podía interpretarse ambivalentemente y quizá mal, pero todo hay que interpretarlo a la luz de un verso que yo querría que, si se publica, estuviera escrito en cursiva, porque es el que aclara el verdadero sentido de lo que se quiere decir. Es el verso éste: … si se prefijan horas sin color. Primero porque hay que fijar las horas, pero otra cosa es prefijarlas con tanta antelación, que es que no se prevé qué es lo que va a ocurrir en ese momento; y por otra parte horas sin color, o sea, porque sí, porque va bien para esto, para lo otro, pero que no quieren la vibración de la intensidad del amor y del corazón.
El soneto dice así.
Soneto
La Eucaristía es tu gran Banquete
que surge cuando surge nuestro amor.
Nunca forzada, siempre es un candor
que puede convertirse en torniquete
y ponernos el alma en duro brete
si se prefijan horas sin color.
Alfredo.- Y aquí está el quid de la cuestión. Claro que hay que fijar horas para la Eucaristía, pero horas con color. Es decir, que sí: mañana misa a las 6 de la mañana, o las 8, porque tenemos que salir en el tren de las 9. La Eucaristía «surge cuando surge, cuando surge nuestro amor, prefijada en horas sin color», ése el quid de la cuestión.)
Nunca se sabe cuando estalla en flor
ni cuando fructifica en albo ariete.
¡Es tan triste el ir a misear
y en harapos aún el corazón
porque la hora acaba de sonar! (1)
Cristo y yo deseamos encontrarnos
cuando se siente el hambre de abrazarnos.
Y somos como un sólo diapasón.
Alfredo.- Un diapasón es así, pero vibran, vibra uno y vibran los dos a la vez, y entonces es la hora de la misa.
No hay que ir a misa porque toca. La misa es un Banquete.
Alfredo Rubio de Castarlenas
(1) Al leer de viva voz este terceto, coloca el 2º verso en el lugar del tercero, y viceversa.
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Soneto
La Eucaristía es tu gran Banquete
que surge cuando surge nuestro amor.
Nunca forzada, siempre es un candor
que puede convertirse en torniquete
y ponernos el alma en duro brete
si se prefijan horas sin color.
Nunca se sabe cuando estalla en flor
ni cuando fructifica en albo ariete.
¡Es tan triste el ir a misear
porque la hora acaba de sonar
y en harapos aún el corazón! (1)
Cristo y yo deseamos encontrarnos
cuando se siente el hambre de abrazarnos.
Y somos como un sólo diapasón.
Alfredo Rubio de Castarlenas
(1) Al leer de viva voz este terceto, coloca el 2º verso en el lugar del tercero, y viceversa.