Soneto a Lola

 

Un corazón de piedra me has traído

labrado por las olas del mar.

¿Con el mío quizá quiera cambiar?

Eso sería un gran contrasentido.

 

Un corazón de carne y malherido

nunca es bastante para bien amar.

¿Qué me quieres decir con este dar

esta piedra que tú has recogido?

 

¡Ah, ya sé! que recuerde en todo instante

que nunca el corazón hay que tener

de dura piedra nada palpitante

 

frente a nadie aunque sea muy malvado

aquél a quien desee yo querer.

¡Así mi corazón será gloriado!

 

 

                    Con todo mi afecto de mi corazón tan cascado

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

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