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Noche de Reyes

 

Tú Juan Miguel, me fuiste descubriendo

la tremenda importancia de esos Magos.

Qué cosa era el oro, el incienso

y la mirra en sus cofres transportados:

los afanes del hombre en su bregar [oro]

y su impotente anhelo de lo Alto; [incienso]

contra la enfermedad y muerte dura [mirra]

lucha. Son nuestros límites aciagos.

¡Todo a los pies del Niño! Ya los hombres

no pueden hacer más con su trabajo

ni otro sendear que el de la Estrella.

¡Se rinden confiados en sus manos!

 

¡Y otro prodigio! Se marchan con los cofres

nada vacíos en su olor de sándalo.

“Dios Padre es Providencia” llena uno.

Otro: “El Hijo es Puente” ¡un sólo arco!

y el tercero rebosa Fiel Amor

incluso antes de emprender el rastro

del retorno por otras andaduras.

¡Son hombres nuevos! Portavoces laicos,

recios Apóstoles en lejanías

con vuestros grandes cofres bien colmados.

¡Nunca se acabará su contenido

de predicar a Dios tres veces Santo!

 

Una Estrella os condujo hasta la Cueva

venciendo de la vida, los cansancios.

En cambio ahora sois vosotros tres

el resplandor que guiará los pasos

de nuestra humanidad hacia la Luz.

¡Todos seremos unos Reyes Magos!

 

Esta es la carta que dirijo a ti, mi padre Juan Miguel, en estas fechas de infantil candor en que los sueños se tornan realidad bajo la Estrella.

 

 

Alfredo Rubio de Castarlenas

 

   

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2 Comments

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